Gobernantes con pata de palo, parche en el ojo y cuervo en el hombro
Iker BIZKARGUENAGA | Periodista
Se ha hablado y escrito mucho del secuestro del «Alakrana» y de sus mil derivadas, así que para no pisar sobre las huellas que otros han dejado, estas líneas se van a centrar en el enfoque que el Gobierno español le ha dado a la negociación con los captores.
Porque estos 47 días, además de demostrar que muchos medios hacen de la falta de escrúpulos su razón de ser -la «mazmorra» que se inventó «El Mundo» en Haradhere es de traca-, y que el gobierno que nos han endosado a los vascos occidentales no es sólo ilegítimo, sino también escandalosamente incapaz, han servido para confirmar que el Gabinete de Zapatero tiene un estilo propio de abordar las negociaciones. Y les da igual que se trate del Estatut, de un proceso resolutivo del conflicto en Euskal Herria o del rescate de un barco en Somalia.
Aplican por norma lo que se viene a llamar el «método Rubalcaba», que consiste en dejar pasar el tiempo sin ofrecer ningún avance, intentar que la parte contraria se ponga nerviosa y que desista, y obtener un trato ventajoso en el último momento. Lo que pasa es que a veces les sale bien y consiguen «cepillar» la demanda de una sociedad adulta, otras logran que todo se vaya al carajo, y alguna vez se encuentran con la horma de su zapato, que les hace doblar el brazo en el pulso y les deja en ridículo ante todo el mundo.
Y no sigo con el argumento, porque igual se me enfada un amigo de Donibane, y además quiero dedicar este último párrafo a las familias de los arrantzales vascos, que han dado toda una lección a periodistas, políticos y demás artistas. Zorionak.