Los 32 goles de diferencia con los que solventó el San Antonio su pase a octavos de final de la Recopa europea hablan de la insultante superioridad que la escuadra navarra ha tenido respecto a su rival, el Kras Volen- dam holandés. El mayor mérito que se puede atribuir a los de Chechu Villaldea en el encuentro de vuelta de ayer es que, aunque fuera a rachas, los albiazules mantuvieron una actitud medianamente intensa.

Claro que la bisoñez del oponente ayudó lo suyo. Los tulipanes sólo consiguieron aguantar los primeros cinco minutos (5-5), pero se derrumbaron con la entrada de Dominikovic en defensa y las rápidas salidas al contragolpe de Agirrezabalaga. El electrónico al descanso, fruto de un parcial de 7-1 favorable a los intereses navarros, ya lo decía todo: 23-10.

Cierto es que el encuentro careció de brillantez y las gradas estuvieron semivacías -apenas medio millar de seguidores-, pero al menos el envite sirvió para que los jóvenes valores se reivindicaran y demostraran a su técnico que puede contar con ellos. El citado Agirrezabalaga llegó a la decena de goles, secundado por los seis de Gedeón. Ello permitió, asimismo, que el preparador asturiano pudiera reservar a sus jugadores más importantes.

Ristanovic, inspirado

Era lógico que tras el paso por vestuarios los locales se relajaran ante la diferencia de calidad, circunstancia que el Kras Volendam aprovechó para firmar una tímida reacción -transformada en un 1-4-, lo que fue un toque de atención para los antonianos, quienes volvieron a tomar las riendas del choque, estableciendo otra vez una ventaja de quince goles.

Contribuyó sobremanera a este nuevo arreón casero las paradas de un inspirado Ristanovic, que permitió que la distancia en el marcador se fuera ampliando hasta llegar a una renta final de diecisiete goles con la que concluyó un encuentro sin mayor historia.