Maite SOROA | msoroa@gara.net
A vueltas con el obispo
Ya hay nuevo obispo en Donostia y dicen que más facha que Mussolini. No cuento con datos fechacientes para sumarme a la crítica, pero observo lo que escriben algunos y concluyo que debe de ser más facha que Benito.
En «La Razón» Ildefonso Ussía lamentaba que Juan Pablo II «no pudo o no lo consideró prioritario, derribar la muralla nacionalista de su Iglesia en las provincias vascas» y «mantuvo en el Obispado de San Sebastián a José María Setién, un prelado de terrible recuerdo, durante décadas». La culpa se la atribuye Ussía a otro facha: «No le ayudó, hay que reconocerlo, la Conferencia Episcopal Española, presidida por don Ángel Suquía, gran consumidor de manzanas y estimable excursionista por las montañas vascas, un indudable hombre de Dios pero excesivamente complaciente con las ignominias constantes del Obispo de San Sebastián». O sea, que Suquía también era nacionalista. Este tío no se entera.
Tampoco se le ve muy documentado a Ussía: «De Zamora llegó el sustituto de Setién. También vasco y también guipuzcoano. Monseñor Uriarte Goricelaya». De Fruniz, Ildefonso, Uriarte es de Fruniz.
Según el fachendoso, «Monseñor Uriarte, recuperó muy pronto, ya en San Sebastián, el sesgo nacionalista. Y fue un leal continuador de la nada ejemplar actividad pastoral de su predecesor. Uriarte, como Setién, sólo ha sido obispo de los guipuzcoanos nacionalistas y allegados a las cloacas batasunas, y puede ser considerado un maestro en establecer equivalencias entre las víctimas y sus asesinos». ¿Ven qué fácilmente cruza la raya del sentido común?
Y ahora traen a Munilla, ferviente defensor del Concilio... de Trento. Ussía, más contento que unas castañuelas, hace notar que «algún párroco ya ha advertido que puede producirse una rebelión de sotanas caídas si monseñor Munilla no sigue el camino de sus antecesores. Pero don José Ignacio es valiente. Estará con los débiles y los necesitados. Y será un digno portador de la Cruz de Cristo. En español o en vascuence, que a estas alturas, el bien o el mal no dependen del idioma, sino de las actitudes. Suerte, señor Obispo». Ya veremos en qué termina todo.