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Raimundo Fitero

Estafa bancaria

Quién no ha soñado con atracar un banco? Los ciudadanos que tenemos nuestro imaginario repleto de películas del Oeste encontramos una salida neuronal que nos ayuda a eliminar toxinas ideológicas imaginando que atracamos un banco. Y que no nos pillan, obviamente. Lo soñamos vestidos de vaqueros, pero lo ideal sería aparecer como Woody Allen, con una nota manuscrita en la ventanilla y que te llenen la bolsa con algunos millones de euros. He pasado muchas noches pensando en la mejor manera de atracar un banco y estoy como estaba, sin oportunidad alguna.

Mi terapeuta me acusa de cobarde por un sueño recurrente que me atrapa desde hace muchas décadas: en un accidente de moto y bicicleta, a uno de los heridos se le van cayendo monedas y billetes de manera impresionante y solamente yo los voy recogiendo. Me despierto sudando, con mucha mala conciencia porque estoy dispuesto a quedarme con esas mínimas cantidades. No tengo espíritu ambicioso ni en mis sueños más empecinados.

Es por ello que una noticia me tiene soliviantado: «Detienen a treinta y siete personas por estafar a diversas entidades bancarias cerca de tres millones de euros». Es curioso; estos seres han sido detenidos, pasarán por la cárcel, serán juzgados y penarán, mientras que los que han hecho de la estafa bancaria una profesión reciben parabienes, son recibidos por las altas alcurnias y oligarquías, disponen de ordenamientos jurídicos y reglamentarios diversos para que, a base de comisiones, porcentajes leoninos y toda suerte de maniobras especulativas, vayan haciendo una estafa global, cósmica. Y si tienen algún problema con sus gananciales, siempre están los gobiernos para insuflarles un poco de oxígeno en forma de millones de euros para que puedan seguir repartiendo dividendos y cobrando unos sueldos que son, en sí mismos, la gran estafa.

Seguiré soñando con atracar un banco. En hacer saltar la banca del casino, en desfalcar a cualquier caja de ahorros, en intentar que me contabilicen dos veces el exiguo salario en mi libreta. Y no se den cuenta. O cuando se den cuenta, sea tarde. Una estafa bancaria en la vida a mi favor para compensar.

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