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La penosa realidad de los desplazados

Los conflictos armados y situaciones de violencia tienen evidentes consecuencias tan graves como el coste en vidas humanas que principalmente afecta a la población civil y a los sectores de la población más desfavorecidos. Otra consecuencia de esas situaciones, que no llama tanto la atención, son los desplazados. Gente que, tras soportar malos tratos, vejaciones sexuales, perder su hogar y todos sus bienes, se ve obligada a huir sin los medios más elementales de subsistencia. Un informe reciente del Comité Internacional de la Cruz Roja ha llamado la atención sobre la situación en la que se encuentran los desplazados internos, que en todo el mundo suman nada menos que 26 millones, la mayoría de los cuales no pueden acceder a campamentos de refugiados y su supervivencia depende de sus allegados o comunidades de entornos «extremadamente pobres». De ahí que la Cruz Roja recomiende diversificar la ayuda humanitaria, dirigiéndola también a esas personas que acogen a los desplazados.

Conflictos como el de Sri Lanka o el de Gaza han ocupado primeras páginas de los diarios en momentos de innegable crudeza y dramatismo pero, aun habiendo regresado a una pretendida «normalidad» o, como asegura el Gobierno de Sri Lanka, habiéndose «solucionado» el conflicto, además de las numerosísimas vidas de civiles segadas, permanecen los miles de desplazados que se ven obligados a padecer día a día la «normalidad» de su penosa situación.

Esa situación que padecen millones de personas se debe a graves conflictos violentos, pero es preciso tener presente también que la misma es posible merced al incumplimiento del derecho internacional humanitario -aspecto también mencionado por la Cruz Roja-, de lo cual hay responsables concretos. Lo que no está tan clara es la voluntad de gobiernos y organismos internacionales de impedir semejantes catástrofes humanitarias cuando no la tienen ni para respetar acuerdos sobre defensa de derechos que ellos mismos firman.

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