Floren Aoiz www.elomendia.com
La prueba del algodón
Los golpes represivos evidencian que el Estado necesita desesperadamente desestabilizar a la izquierda independentista y desvirtuar la realidad con una cortina de mentiras e intoxicaciones
Vivimos momentos convulsos. La bestia brama, se alza sobre sus asquerosas pezuñas y lanza sus zarpas. Detiene, encarcela y lo ensucia todo con sus vómitos. Policías de la porra y policías de la pluma trabajan a destajo. Con el golpe, la mentira y la intoxicación: mensajes para crear confusión. Oficio miserable ese de justificar que la gente pierda la libertad. Una labor digna de profesionales del detritus periodístico. La ONU acaba de volver a señalar con el dedo acusador la pervivencia del régimen de incomunicación, pero ellos ni sienten ni padecen, tragan cuanto llega de las oficinas policiales y lo esparcen cual agua bendita. La buena nueva de la versión oficial, el odio hecho palabra, la obsesión del depredador por culpar a la presa. Tras la redada, hablan los expertos, es la hora de las filtraciones de fuentes de la «lucha antiterrorista». Otra forma de incomunicación.
Ahora la consigna es presentar a los detenidos como «duros» y enemigos del proceso emprendido por la izquierda abertzale. Tras la enésima metedura de pata de los estrategas represivos, cuando todavía no se han apagado los ecos de la respuesta a las detenciones de Donostia, llega esta nueva operación, con la que además de golpear, que es lo que les sale de dentro, pretenden retomar la imagen maquiavélica de control que tan manifiestamente habían perdido.
Dice Zapatero que nadie ha timado al CNI en Somalia. Patético, él y sus ministros son los únicos que se creen sus propias estupideces. En realidad, no es necesario timar al CNI. Ni en Somalia ni aquí. Basta que la arrogancia impida a los responsables políticos comprender los datos que les suministran sus informadores. Ya ocurrió cuando el Gobierno de Aznar y Mayor Oreja ni vio venir el acuerdo de Lizarra-Garazi. Había sucedido también mucho antes, cuando el franquismo escupió sobre su propia cabeza con el Proceso de Burgos o el día en que Carrero Blanco voló poniendo de manifiesto la ineptitud de los servicios de seguridad españoles. No podían aceptar que habían quedado desbordados por unos acontecimientos que nunca habían llegado a prever. Y ha vuelto a ocurrir. La prepotencia les ha impedido ver la realidad.
La izquierda abertzale no se ha dividido. Como demostraron los atentados del verano, es imprudente vender a diestro y siniestro la derrota de ETA. Los resultados de Iniciativa Internacionalista en las pasadas elecciones europeas demostraron la fortaleza social de la izquierda abertzale, con sentencias de Estrasburgo o sin ellas. Pensar en un futuro en el que Aralar sustituya a la izquierda abertzale es puro delirio. La repetición del modelo ETApm-EIA-EE es impensable. La izquierda abertzale no está pidiendo sopitas, sino buscando la mejor manera de avanzar hacia sus objetivos y ofrecer a este pueblo un escenario de libertad y paz.
Decía el anuncio que el algodón no engaña. Ahora tenemos más datos para creer que la izquierda abertzale va por buen camino. Los golpes represivos evidencian que el Estado necesita desesperadamente desestabilizar a la izquierda independentista y desvirtuar la realidad con una cortina de mentiras e intoxicaciones. La bestia muerde, hace daño, pero este pueblo sigue su marcha adelante entre sus zarpas.