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Obama cerrará en enero su histórica reforma sanitaria

El proyecto de ley para la reforma sanitaria, el buque insignia de la política interior de Barack Obama, salvó el Día de Nochebuena otro escollo más para su aprobación, tras el voto favorable del Senado. Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer, ya que el Senado y la Cámara de Representantes deberán aprobar un nuevo texto consensuado, cuestión que, según las previsiones, acarreará consigo grandes discusiones y negociaciones.

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GARA | WASHINGTON

«Ahora estamos finalmente cerca de hacer realidad la promesa de impulsar una reforma sanitaria real y significativa que aportará seguridad y estabilidad adicional al pueblo estadounidense», declaró Obama después de que el Senado estadounidense diera, en una votación realizada el Día de Nochebuena, el «sí» a la reforma planteada por el Gobierno para ampliar a más de 30 millones de personas la cobertura médica, así como para reducir los crecientes costes de la atención sanitaria y prohibir a las aseguradoras el denegar la cobertura a personas con alguna enfermedad.

Todos los senadores demócratas (son 58) manifestaron su respaldo al proyecto de reforma sanitaria, manteniendo la disciplina de voto. A ellos se sumaron los dos senadores independientes de la Cámara Alta, el senador por Nebraska, Ben Nelson, y el senador por Connecticut, Joe Lieberman. No hubo ni un sólo voto republicano a favor (los 39 que conforman la bancada votaron en contra).

La aprobación representa un hito para la Casa Blanca y para el propio Obama, que se había fijado la reforma del sistema sanitario como su principal prioridad legislativa, y había apostado gran parte de su prestigio político a la aprobación de la medida. Nunca antes ninguna Administración había llegado tan lejos en su intención de reconfigurar el sistema sanitario.

Tras conocer el resultado de la votación -presidida por el vicepresidente, Joe Biden-, Obama recordó que siete presidentes antes que él habían intentado cambiar el sistema de atención médica y subrayó que sus esfuerzos fracasaron por la presión de «intereses especiales» que «perpetuaron un estatus quo que beneficia más a la industria aseguradora que al pueblo estadounidense». El último mandatario en tratar de llevar a cabo la transformación, Bill Clinton, fracasó estrepitosamente y perdió la mayoría en el Congreso en el intento.

Para Obama, el «sí» del Senado representa una reivindicación política, tras meses de descenso de su popularidad en las encuestas, en parte por su gestión del proceso de reforma. Además, ha sido un éxito bienvenido tras un mes de diciembre que se le ha atragantado al mandatario estadounidense: comenzó con el anuncio de una escalada en la guerra de Afganistán -que se vio obligado a defender al recibir el Premio Nobel en Oslo- y continuó con un desconcertante acuerdo de mínimos en la Cumbre contra el cambio climático celebrada a mediados de mes en la capital danesa, Copenhague.

Pero hay que tener en cuenta que el voto afirmativo de la Cámara Alta sólo es un paso más en el camino. Ahora, el texto debe ser combinado con el aprobado por la Cámara de Representantes el pasado 7 noviembre. Ambas cámaras volverán a votar el texto -que concilie ambas versiones- antes de someterla a la firma del presidente Obama para que entre en vigor. El Partido Demócrata confía en que el proyecto esté aprobado antes del discurso sobre el Estado de la Nación, que el mandatario pronunciará a finales de enero. La Cámara de Representantes no retomará su trabajo hasta el 12 de enero, mientras que el Senado lo hará una semana después, el 19 de enero.

Reacciones variopintas

Como era de esperar, tras la votación en el Senado, los miembros del Partido Demócrata aplaudieron mientras que los representantes republicanos denostaron el proyecto.

El líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, lamentó la naturaleza partidista de un voto que no dudó en calificar de «histórico».

«Por primera vez en la historia de EEUU un partido político ha elegido quedarse al margen en lugar de participar en una gran y muy necesaria reforma sanitaria», afirmó.

«Ésta es una cuestión de vida o muerte para los Estados Unidos. Es una cuestión sobre la moralidad, sobre lo que está bien y mal, sobre el sufrimiento humano y, dada la oportunidad de aliviar ese dolor, debemos de actuar», agregó.

Por su parte, el presidente del Comité Financiero del Senado, el demócrata Max Baucus, aseguró que tanto él como sus compañeros de bancada se solidarizan con «los millones de estadounidenses que se han declarado en bancarrota debido a los gastos de la atención de un familiar enfermo».

En el lado opuesto, está la reacción de las filas republicanas, que fue bien distinta.

«Esta batalla dista de haberse acabado», advirtió el líder de la minoría republicana en el Senado Mitch McConnell.

«Mis compañeros y yo trabajaremos para impedir que este proyecto de ley se convierta en ley», apostilló.

«Éste es un error histórico», juzgó el también republicano Lamar Alexander.

Su compañero de bancada, el senador Richard Shelby, fue un paso más allá al tachar el proyecto de «abominación». «A pesar de lo que nos dicen los demócratas aumentará de forma dramática el déficit federal», concluyó.

Déficit

El objetivo del proyecto de ley aprobado en la votación del jueves es, entre otros, reducir en 132.000 millones de dólares el déficit federal entre los años 2010 y 2019.

Más allá del Congreso, la Asociación Estadounidense de Jubilados dio la bienvenida a una iniciativa que refuerza, a juicio del grupo, el sistema de cobertura para mayores de 65 años, conocido como Medicare.

Karen Ignani, presidenta de los Planes de Seguros Estadounidenses, señaló que algunos puntos específicos de la legislación «aumentarán en lugar de disminuir los costes sanitarios».

Mejor acogida tuvo la decisión en el gremio médico.

«Este proyecto sienta las bases para ampliar la cobertura a los que no tienen seguro, hace hincapié en la prevención de la enfermedad y en la mejora de la atención médica», indicó la presidenta de la Asociación Estadounidense de Cardiología, Nancy Brown.

A diferencia de otros países desarrollados, EEUU carece de cobertura médica universal y aún así es uno de los que más gasta en salud, alrededor del 16% del Producto Interior Bruto (PIB), el doble de la media de los países enriquecidos.

La mitad de las bancarrotas personales en el país tienen que ver, aunque sea parcialmente, con el pago de las elevadas facturas hospitalarias.

Según datos aportados por la Oficina del Censo, a día de hoy, unos 46 millones de estadounidenses carecen de cobertura médica.

Una carrera a contrarreloj hacia la aprobación definitiva

El «sí» del Senado al proyecto de ley para la reforma del sistema de atención médica, pese a ser un paso importante, no implica la aprobación definitiva. Se podría decir que significa ganar una batalla, pero aún queda pendiente la guerra.

La Cámara de Representantes y el Senado deberán volver a aprobar el texto definitivo -una vez se hayan conciliado las dos propuestas- antes de que sea firmada por el presidente Obama para entrar en vigor con rango de ley. Con un apretado calendario legislativo en enero, podría tardarse aún meses en negociarse un proyecto de ley armonizado que se someta a sufragio en las dos cámaras.

En contra de lo afirmado por los demócratas, fuentes legislativas apuntaron que, en ningún caso, cabe esperar una medida consensuada antes de finales de enero, cuando el presidente debe pronunciar ante el Congreso su discurso sobre el Estado de la Nación.

Queda por delante la pelea definitiva. Una pelea que se prevé larga y ardua: el proceso de armonización del texto del Senado con el que ya aprobó la Cámara de Representantes el pasado 7 de noviembre.

Ambas propuestas difieren significativamente en aspectos clave, y a ello se le une el escaso margen de negociación que tienen los líderes demócratas en ambas cámaras.

En el Senado, los demócratas no pueden permitirse perder ni uno solo de sus votos, los mínimos necesarios para aprobar legislación. Ya la votación del jueves requirió intrincadas negociaciones para lograr un texto «a la medida» de los dos senadores independientes, Joe Lieberman y Ben Nelson. Nelson adivirtió que podría retirar su respaldo si en el proceso de armonización se alteran las disposiciones contra el aborto que impuso en el Senado.

Pero al mismo tiempo, otros legisladores en la Cámara de Representantes -donde la medida se aprobó por sólo diez escaños- indicaron que no pueden aprobar la iniciativa tal y como la propone el Senado.

La medida busca dar cobertura médica a 30 millones de estadounidenses que carecen de ella pero se excluye explícitamente a los sin papeles.

Uno de los aspectos que acarreará mayores disputas será un seguro sanitario público, conocido como «opción pública». La versión de la Cámara de Representantes lo contempla, pero el Senado lo descartó.

Otra área de polémica serán las enmiendas, existentes en ambas versiones pero también muy criticadas, que prohíben el uso de fondos federales para la práctica de abortos.

Donde sí existe consenso es en la prohibición a las aseguradoras de rechazar dar cobertura a quienes ya padezcan enfermedades, una prohibición que tendría efecto inmediato para los niños y se extendería a la población para 2014.

En ambos proyectos también se imponen más límites a los beneficios de las aseguradoras. GARA

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