José Manuel Castells y Xabier Ezeizabarrena (*) Profesores de la UPV-EHU
Euskera y política
Tarde, o más bien temprano, se acreditará qué es lo que se pretende realmente, con hechos contrastados, cuando se exponen proyectos de futuro de verificación de la cooficialidad de lenguas en el ámbito de Vasconia. La demagogia de los hechos será, una vez más, determinante ante las vacías declaraciones retóricas
A Luis Mari Bandrés, compañero y gran amigo
Si algo distinguía a Luis Mari Bandrés era precisamente su predilección y esfuerzo por la lengua propia. De ahí la suspicacia que en este ámbito le ocasionaba el Gobierno del Partido Socialista, tan entusiastamente apoyado por el Partido Popular. La historia revela largas décadas de «resistencia» a una política lingüística de auspiciamiento y fomento del euskera, desarrollada dicha política por las instituciones públicas de la CAV y tachada por los dos partidos de ámbito estatal como discriminatoria del castellano, costosa en lo económico, políticamente nefasta. Sobran ejemplos de esa praxis de presunta defensa de la lengua castellana, «oprimida» por el rol intervencionista de los sucesivos gobiernos -bipartito y tripartitos- de la Comunidad Autónoma Vasca.
Los largos doce años de mandatos del PNV-PSE no eran suficientes en sus logros de cara a la plena cooficialidad lingüística, para ocultar que seguía vigente, según el mencionado dueto, la visión de una lengua favorecida frente a otra postergada, en tanto expresión de una política opositora, defensora de los castellanoparlantes al parecer oprimidos. El ejemplo de la Comunidad Foral de Navarra y los conocidos acuerdos UPN-PSN cara al Gobierno y en el ámbito de la marginación del euskera mediante la deleznable zonificación y al reducido apoyo económico al entramado de las ikastolas, se presentaba como un supuesto paradigmático cara a los nuevos tiempos de trasplante mimético a la CAV del «transversal» Gobierno.
Y llegó ese Gobierno monocolor del PSE y las «bases para el cambio democrático al servicio de la sociedad vasca» (sic), en pacto con el PP. Con la limitada experiencia temporal presente pueden ya avizorarse determinadas deducciones. La primera, que en el espacio de las lenguas no hay una especial marcha atrás, de forma singular manifestada en los modelos lingüísticos de la enseñanza, como si se mantuviera al euskera en los lindes alcanzados por el pasado inmediato, no más lejos pero tampoco más cerca. Política de evitar problemas con un mundo tan susceptible y socialmente potente como es el que acoge en sus diversas facetas al entorno euskaldun, pero al mismo tiempo reduciendo al máximo las efectividades de un mayor desarrollo de la lengua propia, impulso postergado a mejores tiempos. Lo decía claramente un destacado político: la voluntad era configurarse como el justo medio entre los que querían más y los que, sobre todo dentro del partido, querían menos. Luego se asentaba lo existente, aunque viniera de los tan denostados anteriores gobiernos. Bien es cierto que las cautelas existentes en la «política lingüística» en las mencionadas «bases» revelaba un trasfondo de reserva y suspicacia hacia el euskera, confirmada en la resistencia al precedente currículo del Bachillerato en su declaración del euskera como lengua principal.
Siempre bajo la mirada del socio «popular», muy atento a cualquier expresión social -líneas lingüísticas, profesorado, editoriales, etcétera- que propiciara la lengua propia, para saltar encima con todos sus imponentes medios de comunicación. El liberalismo a ultranza preconizado por este partido -y tan sentido en más de una ocasión por el mismo Partido Socialista- era así la posición preconizada para alcanzar la convivencia de lenguas. Se conformaba de tal manera la fina cuerda del funambulista presta a romperse -en el Parlamento Vasco incluso- a favor del «sacrificado» castellano, insospechada víctima de las asechanzas del nacionalismo vasco.
Sin embargo, también hay signos premonitorios de una futura reacción antieuskera desde estos mismos parámetros: está el vidrioso tema de las subvenciones institucionales, que con la excusa de la recesión económica, parece limitarse en sus recortes a redes e instituciones vasquistas; o la interesada adecuación de los modelos lingüísticos. Está, de todos modos, el gran tema-testigo de un futuro inmediato: el diario «Egunkaria» y su duro contencioso con la denominada «Justicia». Demasiado importante la experiencia del a la sazón único periódico en lengua vasca, para dejarlo a la ventolera destructiva de los de siempre. En este sentido cabe destacar las lamentables declaraciones en el momento del cierre de «Egunkaria» del entonces portavoz del PSE y hoy consejero de Interior y hombre fuerte del Gobierno López, Rodolfo Ares, en el sentido de: «tendrán razones y pruebas suficientes para actuar como han actuado» -se supone que la Guardia Civil y el instructor de turno- o el no menos llamativo, «no es de recibo que los nacionalistas cuestionen el estado de derecho por esta actuación judicial y policial». Cuestión ésta que nos dará pistas auténticas para apreciar el valor de determinados políticos complacientes, al menos en principio, con el idioma vasco. Tarde, o más bien temprano, se acreditará qué es lo que se pretende realmente, con hechos contrastados, cuando se exponen proyectos de futuro de verificación de la cooficialidad de lenguas en el ámbito de Vasconia. La demagogia de los hechos será, una vez más, determinante ante las vacías declaraciones retóricas.
Mientras tanto, se recomienda una atenta lectura de las aludidas «bases para el cambio democrático» para avizorar con fundamento los nuevos tiempos de la proclamada por el Estatuto, cooficialidad lingüística en la CAV.
(*) Además de José Manuel Castells y Xabier Ezeizabarrena firman también este artículo Joxerramon Bengoetxea, Pedro Ibarra y Jon Gurutz Olaskoaga.