Mikel INSAUSTI

Cuando Meryl Streep está divina de la muerte en comedias elegantes y sofisticadas necesita alguien a su lado que no sea tan perfecto como ella, porque de lo contrario todo resultaría demasiado ideal. Estoy pensando en un Jack Nicholson, por ejemplo, que siempre se las ingenia para poner el punto justo de incorrección a películas convencionales, salvándolas de caer en la cursilería. Pues ese mismo papel lo clava Alec Baldwin en “No es tan fácil”, donde protagoniza varias secuencias que se salen oportunamente del tono blandito que domina la narración, para desnudar su peludo corpachón y lucir barriga sin complejos. En la de la videoconferencia con webcam, su desnudo parcial, que sería integral de no aparecer estratégicamente colocado delante un ordenador portátil, provoca las risotadas de todo el público sin excepción. Y parafraseando el título en castellano de la película, no es nada fácil que un triángulo amoroso protagonizado por cincuentones interese y divierta al público de hoy en día, adicto al lifting mental.

El tercero en discordia es un arquitecto divorciado al que da vida el cómico Steve Martin y, por increíble que parezca, está más comedido que Alec Baldwin para la ocasión. Su relación con la protagonista resulta odiosa, debido a que ésta posee una lujosa mansión pero no le gusta su inmensa cocina con una isla en el centro, así que le encarga al que va a ser su nuevo pretendiente que le construya otra todavía mayor con la que lleva soñando desde que se divorció. Por vivir sola no quiere dos lavabos en el baño y, en cambio, necesita más de 200 metros cuadrados para dar de comer a sus invitados. En sus tan incompresibles planes de ampliación del antiguo hogar se cruza el «ex» propenso a quitarse los pantalones, un impresentable al que le pone mucho tener una aventura con la que fuera su esposa, ya que por lo visto la rutina del matrimonio no le estimulaba tanto. ¿Quién de los dos compartirá con ella por las mañanas en la cama los croissants recién horneados?