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Sesiones de tortura hasta aprender las declaraciones

Golpes por todo el cuerpo, aplicación de la bolsa hasta quedar casi inconsciente, amenazas sobre su hijo pequeño y compañera sentimental, flexiones hasta la extenuación entre patada y gritos... Olano relata que en las sesiones de tortura sufridas le obligaron a aprenderse las dos declaraciones policiales que fue obligado a realizar en comisaría.

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GARA | DONOSTIA

Pello Olano detalla en el testimonio recabado por GARA el «infierno» padecido durante los cinco días que permaneció incomunicado en dependencias de la Guardia Civil. Según asegura, no comió nada ni durmió en ese tiempo llegando a perder seis kilos de peso y en las sesiones de tortura padecidas le obligaron a aprenderse las dos declaraciones efectuadas en comisaría. Pensó que con las declaraciones se calmarían, pero dice que siguieron torturándole hasta el último día.

El lizartzarra recuerda que los primeros golpes y amenazas comenzaron camino a Madrid. Realizó el viaje con la cabeza tapado, las manos esposadas y mirando hacia el suelo. Le obligaron a repetir tablas de multiplicaciones para evitar que se quedara dormido en el trayecto y si se detenía, le pegaban. Según seña- la, le dieron tres puñetazos en la cara. Al llegar a Madrid le metieron en una celda y, según cuenta, le explicaron que debía permanecer de pie, mirando a la pared y con la cabeza hacia abajo, sin mirar a los agentes.

Es a partir de entonces cuando empieza un «verdadero infierno» con interrogatorios y sesiones de tortura. Olano cifra en unos 30 los interrogatorios que habría sufrido durante la incomunicación, pero que no los recuerda de forma cronológica ya que estuvo «desorientado, sin saber si era de día o de noche».

La bolsa, «lo más duro»

Los guardias civiles realizaron la mayoría de interrogatorios encapuchados, salvo en un par de ocasiones, y participaban unos cinco agentes por las voces que podía distinguir, cada uno cumpliendo con un papel: el bueno, el malo, el que le pegaba, el que amenazaba y «el salvaje al que llamaban `animal'». Algunos de los interrogatorios apenas se prolongaron una hora, mientras en otros llegaron a estar hasta seis horas.

En todos ellos le colocaban de pie contra la pared y le gritaban y amenazaban mientras recibía golpes. Después comenzaban a empujarle y era obligado a realizar flexiones hasta la extenuación. En caso de parar le levantaban a patadas.

El lizartzarra indica que le pegaban en la cara, en la cabeza y en la espalda, tanto con la mano abierta como cerrada. Sin embargo, manifiesta que lo más duro fueron las sesiones de «bolsa», sobre todo las primeras.

Según explica, tiraban una manta al suelo, en la que le envolvían con las manos atadas a la espalda y haciendo fuerza hacia arriba. Tres personas se sentaban sobre su espalda y el que estaba más cerca del cuello le cogía de la cabeza y empujaba para atrás. Entonces, otro guardia civil se acercaba y le colocaba la bolsa apretando por el cuello.

Olano señala que sentía la asfixia y que cuando iba a perder el conocimiento agujereaban la bolsa por la boca para que pudiera respirar. Los mareos y sofocos fueron tremendos, según dice, hasta el punto de orinarse en las sesiones. Los últimos días permaneció con los pantalones de la Guardia Civil, porque los suyos estaban mojados.

Asimismo, fue desnudado en varias ocasiones para ser cacheado y fue amenazado con su compañera y su hijo, además, de con otros métodos de tortura. Según afirma, contó todos los malos tratos al médico forense, pero no le hizo ninguna prueba, aunque sí apuntó lo que decía.

 
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