La ayuda exterior tarda en llegar y la desesperación se convierte en ira
Tres días después del terremoto que asoló Haití, la desesperación de los supervivientes que se enfrentaban a su cuarta noche al raso y a la falta de agua y alimentos se convirtió ayer en ira ante la lentitud en el rescate de quienes todavía continúan sepultados bajo los escombros y en la distribución de la ayuda llegada de todo el mundo que se apilaba en el aeropuerto de Puerto Príncipe. La ONU trataba de agilizar el reparto para evitar desórdenes en la desolada capital.
GARA | PUERTO PRÍNCIPE
Las agencias de Naciones Unidas admitieron ayer que los problemas logísticos y de transporte, particularmente, estaban dificultando al máximo la capacidad de la ONU para hacer llegar la ayuda recibida del exterior a los damnificados por el terremoto de Haití. La desesperación entre los supervivientes se fue convirtiendo en ira a medida que pasaban las horas porque la enorme cantidad de ayuda con que la comunidad inter- nacional ha respondido a esta catástrofe continuaba bloqueada en el aeropuerto y tres días después no les había llegado.
Unos treinta países participan en las operaciones de ayuda y están ya presentes en el país, pero las dificultades sin inmensas.
Los que han sobrevivido al terremoto que el martes asoló sobre todo Puerto Príncipe pasaron su tercera noche al raso y se enfrentan a la falta de agua y comida. Agua y alimentos escasean, y los que hay se venden a precios desorbitados, las comunicaciones no satelitales siguen cortadas, el hedor de los cadáveres en descomposición y el polvo de los edificios derrumbados hace irrespirable el aire.
Tampoco hay medios de transporte por falta de combustible y porque muchas vías están destruidas o intransitables, y los hospitales no dan abasto para atender a los heridos, que siguen muriendo por falta de auxilio, medicamentos y hasta comida, pese a la constante llegada de aviones con material humanitario.
Los centros médicos donde se hacinan los heridos carecen de cosas tan elementales como agua potable, electricidad, medicinas, suero, anestesia o alimentos. «Los que no se mueren por sus heridas, se mueren de hambre», denuncia el director del Hospital General, Guy Laroche. «Hace tres días que no llega ni un gramo de ayuda exterior», recalca.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Programa Mundial de Alimentos (PAM), algunos de cuyos almacenes han sido asaltados, se disponían a distribuir ayer alimentos a 8.000 personas, aunque los necesitados son decenas de miles.
Aunque la cifra era el doble de la de la víspera, refleja claramente las limitaciones de las agencias de socorro para llegar a las víctimas que lo han perdido todo y que necesitan un tipo determinado de alimentos ante la falta de agua y utensilios para cocinarlos.
Desesperación
Los equipos voluntarios de rescate, mientras, se desesperan. Desorganizados, sin material ni formación, estos grupos de jóvenes transeúntes y voluntarios no creen en milagros y van perdiendo la esperanza.
Sin embargo, los vuelos con ayuda humanitaria están llegando desde el jueves por la noche con una frecuencia de unos quince minutos y muchos aviones tienen que hacer hasta una hora de cola en el cielo para poder aterrizar, debido a la congestión. Paradójicamente, toneladas de ayuda de todo tipo y cientos de médicos, bomberos y especialistas en rescate de víctimas de seísmos han llegado desde todos los rincones del mundo. Pero la logística falla.
El aeropuerto de Puerto Príncipe, sin torre de control y con una sola pista disponible, apenas da abasto para recibir tanto tráfico de aviones que transportan equipos de socorro y ayuda humanitaria, los únicos a los que se permite acceder a Haití.
Ayer por la tarde, paracaidistas la 82 División Aeotransportada de EEUU tomaron el control del aeródromo y desembar- caron su material pesado, mientras preparan la llegada de miles de soldados y marines, bajo la atenta mirada de cientos de haitianos y extranjeros desesperados. «Vamos a desplegarnos en la ciudad para ayudar a la ONU y a otras organizaciones que a distribuir toda la asistencia necesaria», señaló a AFP el sargento Kelab Barrieau.
La falta de coordinación es evidente en Puerto Príncipe, pues toda esta ayuda no está llegando a las calles, donde los ciudadanos se agolpan con baldes frente a camiones de bomberos que les sirven agua, mientras que todavía quedan cadáveres sin recoger en las aceras y el hedor de la muerte invade el aire, a pesar de que muchos cuerpos están siendo retirados y enterrados en fosas comunes.
Con un Gobierno virtualmente suspendido y varios de sus miembros desaparecidos, muchos miembros de ONG se preguntaban ayer por qué la ONU no asumía el papel de coordinar todos los esfuerzos de ayuda para llevar auxilio, comida e higiene a la población.
Problemas de seguridad
A las dificultades logísticas se añadía ayer el problema de la inseguridad y la violencia endémica del país, pese a lo cual, varios equipos de EEUU, Estado francés, República Dominicana y Venezuela trabajaban ya sobre el terreno.
«El mayor problema es la inseguridad», señaló Delfín Antonio Rodríguez, jefe de operaciones de la Defensa Civil domini- cana. «Hay saqueos y hombres armados, porque es un país muy pobre y están desesperados», subrayó.
La escasez de alimentos y agua potable puede desencadenar una ola de violencia entre los supervivientes de la tragedia y, consciente de ello, la ONU se puso manos a la obra para tratar de agilizar la distribución de la ayuda recibida.
Pero las palabra de ánimo y las promesas no fueron suficientes para apaciguar a los haitianos y la desesperación se transformó en rabia con el paso de las horas. Hubo asaltos a supermercados en busca de comida y agua y hasta barricadas formadas con cadáveres, escom- bros y miembros amputados en algunas zonas como protesta por la falta de ayuda.
Las decenas de miles de personas que están viviendo en las calles, bien porque perdieron sus hogares durante el temblor o porque tienen miedo de volver a sus casas y que se les caigan encima si la tierra vuelve a temblar, se sienten abandonadas a su suerte.
Muchos haitianos expresaban su ira contra la ausencia de reacción de su Gobierno. En las calles, grupos de jóvenes que intentan ayudar a los super- vivientes gritaban su rabia y desamparo al paso de los todoterrenos de diplomáticos y trabajadores humanitarios, que pasaban ante ellos sin detenerse.
En medio de esta situación, el portaaviones nuclear estadounidense Carl Vinson llegó ayer a la asolada capital haitiana, lo que se espera sea un importante refuerzo para los equipos de socorro porque cuenta con un hospital -51 camas y tres quirófanos- y capacidad para producir cientos de miles de litros de agua potable al día, además de llevar mil soldados y 19 helicópteros a bordo.
Cuba ha autorizado los vuelos en el espacio aéreo cubano de los aviones de EEUU en misiones de evacuación y de socorro a Haití. Washington cree que la autorización del Gobierno de Cuba acortará en 90 minutos los vuelos entre Guantánamo y Florida.
París pedirá la condonación de la deuda que Haití tiene contraída con el Club de París. En julio pasado, la deuda de Haití era de 1.885 millones de dólares, 214,8 de los cuales se los debía a países de este club, que reagrupa a los principales estados acreedores del mundo.
El ex presidente Jean-Bertrand Artistide se mostró deseoso de regresar a Haití, tras cinco años de exilio en Sudáfrica, para ayudar en la reconstrucción, pero las autoridades sudafricanas dijeron que su regreso inmediato «no es probable».
El contingente militar de EEUU en Haití está concentrada, de momento, en la asistencia a las víctimas del terremoto y la evacuación de sus compatriotas, pero las tropas estadounidenses podrían ser llamadas a «mantener el orden si las condiciones de seguridad se deterioran», según responsables de Washington. «En este momento no vemos ninguna preocupación en términos de seguridad -señaló a AFP un alto funcionario de Defensa que requirió el anonimado-. El objetivo de las tropas es brindar asistencia humanitaria y atenuar el sufrimiento del pueblo haitiano, pero en caso de necesidad los soldados y marines están entrenados para conducir operativos de seguridad».
Más de 5.000 soldados han llegado esta semana a Haití, que no tiene Ejército, como parte de la ayuda internacional. Además, el Pentágono anunció que una brigada de 3.500 hombres de la 82 División Aerotransportada recibió la orden de movilizrse para garantizar «un entorno seguro» para la distribución de la ayuda, y está previsto que este fin de semana arriben al país unos 2.000 marines. Así, la presencia militar de EEUU pasará de 1.000 a 10.000 efectivos antes del lunes.
El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, negó que esa presencia sea vista como una fuerza ocupante por parte del país caribeño. «No creo que nos vean así. Dado que estamos dedicándonos a repartir agua y comida y atención médica, creo que la reación (del pueblo haitiano) es de alivio, al ver que EEUU les da este tipo de ayuda». Gates indicó que la prioridad es repartir agua y comida lo más rápido posible para «evitar que, por la desesperación de la gente, la situación de seguridad se deteriore».
GARA
República Dominicana, que declaró dos días de duelo por el terremoto de Haití, mantiene con su vecino un puente aéreo que posibilita la recepción de la ayuda humanitaria internacional ante las serias dificultades de operar de los aeropuertos.