Anjel Ordóñez Periodista
Esperando una fuga en Plentzia
Es de cuidado el espectáculo que están dando en España a cuenta de la ubicación del cementerio nuclear. Un sainete de padre y muy señor mío. Desde luego, la dimensión política del asunto me resbala; la gresca partidista entre PP y PSOE, con el acompañamiento de otros segmentos políticos periféricos más o menos implicados, queda muy al margen de mis preocupaciones, como el resto del compadreo que habitualmente se cuece en la capital del reino. Es la dimensión humana lo que despierta mi curiosidad y alarma mis sentidos. Parece que hasta cuatro municipios -puede que el número crezca- se están peleando a cara de perro por atesorar dentro de sus lindes la basura contaminante de las centrales atómicas. No me entra en la cabeza. Lo mire por donde lo mire, no se me alcanzan las razones que empujan a una corporación -a la que se le supone el sagrado mandato de velar por los intereses de sus administrados- a vender la salud de sus convecinos y la de sus futuras generaciones a cambio de un puñado de euros. Por muy grueso que sea el puñado.
Tengo para mí, como convicción firme aunque acaso políticamente incorrecta, que no todos somos iguales. Ni de lejos. No puede ser igual que yo quien mercadea miserablemente con la vida, quien despacha en una sesión plenaria el futuro de los suyos con la misma alegría con la que firmaría la construcción de un parque infantil, quien se juega a la ruleta rusa la salud presente y futura de niños, jóvenes, adultos y ancianos. Todos inocentes, libres de culpa, ajenos a la estupidez de esos aspirantes a políticos de altura, y no se me ocurre peor epíteto.
No se trata de frivolizar, no viene al caso, pero permítame el lector poner un ejemplo de lo que sí son ideas constructivas. Leo en la prensa que el Ayuntamiento de Plentzia ha aprobado un proyecto para acoger la primera bodega submarina de Euskal Herria. Hasta 40.000 euros van a invertir. Ya lo estoy viendo: mientras miles de botellas de vino envejecen mecidas por las olas en el fondo marino, se multiplica la afición por el submarinismo a la espera de un accidente enológico, una filtración carbónica, una fuga masiva. Seguiremos informando.