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Alargando la noche

«La mujer sin piano »

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Javier Rebollo obtuvo en el último Donostia Zinemaldia la Concha de Plata al Mejor Director con «La mujer sin piano», premio al que fue más merecedor con su ópera prima «Lo que sé de Lola». Su segundo largometraje supone un cambio de registro que no le sienta bien a su cine, más acorde con el protagonismo estelar de Lola Dueñas. El cambio hacia el estilo costumbrista que representa Carmen Machi le confiere un toque demasiado localista y menos abierto a las influencias foráneas.

«La mujer sin piano» parece un cortometraje alargado, al transcurrir durante una breve escapada nocturna, la que vive un ama de casa de existencia anodina en un intento por huir de la rutina que la asfixia junto a su marido taxista.

Su encuentro casual con un inmigrante polaco, encarnado por el actor checo Jan Budar, es de lo poco reseñable. En realidad no se trata más que de un paréntesis, una salida a por tabaco sin mayores consecuencias, tal vez debido a que Rebollo quiera reflejar un mundo vacío en el que no ocurre realmente nada, siempre y cuando se sea una señora de mediana edad cuya escasamente alentadora ocupación es la de hacer la depilación a la cera a las vecinas en su casa, por no poder disponer de un local de esteticién.

 
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