Un cuento centroeuropeo
«Krabat y el molino del diablo»
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Un éxito del cine alemán que en el exterior no ha conocido la misma acogida, tal vez debido a un menor conocimiento del texto original. La consiguiente adaptación para la pantalla de la novela de Otfried Preussler, basada en un cuento tradicional, sigue en cierta medida el modelo marcado por algunas de las entregas de «Harry Potter», en las que se pretende dar al relato infantil un aire más oscuro. Aun así, en «Krabat y el molino del diablo» dicho tenebrismo se revela insuficiente para llegar a interesar a los aficionados al terror, los cuales se quejan de que el tratamiento que se da a la magia negra es más propio del fantástico blando. Lo cierto es que el tema de partida se presta a ello, teniendo en cuenta que existe otra versión en dibujos animados, la realizada por el checo Karel Zeman en 1978, siete años después de la novela.
La acción de «Krabat y el molino del diablo» transcurre en el siglo XVII, cuando el viejo continente se encontraba asolado por la peste y todavía no se había recuperado de la Guerra de los Treinta Años. En medio del caos reinante, un vagabundo adolescente se siente atraído por unas misteriosas voces que lo guían hasta el molino del título, situado en Sajonia. Allí es tomado como aprendiz por un brujo que adoctrina a un grupo de jóvenes en conocimientos y prácticas esotéricas. No tardará en descubrir que las enseñanzas impartidas no son gratuitas, y que el anfitrión utiliza a sus discípulos como sus sirvientes con fines siniestros. Este es el modo en que el novel David Kross se enfrenta al taimado Christian Redl.