Es humano que Stephen Frears sienta nostalgia por el mayor de sus éxitos cinematográficos, el que consiguió en 1988 con «Las amistades peligrosas», adaptación de la novela galante de Choderlos de Laclos. Por ello vuelve ahora a traducir al inglés otro clásico de la literatura romántica en francés, en este caso el díptico folletinesco compuesto por «Chéri» y «El fin de Chéri», obra de Gabrielle-Sidonie Colette, más conocida simplemente como Colette. Y lo hace colaborando otra vez con el guionista Christopher Hampton y con la actriz Michelle Pfeiffer. Pese a la reunión de tan emblemático trío artístico, el éxito, que no conoce fórmulas, no se ha repetido.

A Stephen Frears se le acusa de superficial, de haberse dejado llevar por la suntuosidad de la puesta en escena sin adentrarse en ella. Algunos de los análisis de la película señalan que si el drama representado no trasciende es debido a que el cineasta británico, temeroso de que la ambientación victoriana de época resultase recargada en exceso, ha querido aligerar la narración pecando de una cierta frivolidad. A la que, dicho sea de paso, se prestan la esteticista fotografía de Darius Khondji y la bella partitura musical de Alexandre Desplat.

En el capítulo interpretativo no funciona la química imprescindible entre la madura Michelle Pfeiffer y el joven Rupert Friend. Tratándose de una historia de amor, de nada sirve la sublime interpretación de la Pfeiffer ante un actor sin gracia que no sabe darle la adecuada réplica. Por culpa de tal desajuste, los esfuerzos dramáticos de la protagonista por reflejar el triste destino de la mujer en una época que condenaba por igual las diferencias de edad y de clase no se ven recompensados. La falta de acoplamiento en la pareja estelar provoca que la en teoría secundaria Kathy Bates se haga con la función, en el papel de la dominante madre del protagonista masculino, la cual quiere para su hijo un buen partido, una heredera de su misma edad. Pero, a pesar de sus planes, el chico quedará muy tocado por ese desequilibrado amor a todas luces imposible.