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OBITUARIO | J.D. Salinger

Holden Caulfield se convirtió en un excéntrico nonegenario

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M. AZKARATE

Murió como vivió las últimas décadas de su vida: aislado, como si fuera un ermitaño enfadado con el mundo, excéntrico y genial. Jerome David Salinger falleció ayer a los 91 años en el chalet de madera de la localidad de Cornish (New Hampshire) donde vivió desde los años 60; un lugar donde, dicen, recibía a las visitas armado con una escopeta. Autor clave de la literatura contemporánea, era idolatrado desde la publicación de «El guardián entre el centeno», uno de los 25 libros más vendidos la literatura americana, y lectura obligatoria en las escuelas norteamericanas, aunque siempre le persiguió la polémica. Autor favorito de la generación posterior a la guerra, Salinger se sintió atrapado por la fama tras el éxito alcanzado por sus cinco colecciones de cuentos y, en 1965, decidió rodearse por un silencio casi místico.

Sin embargo, de acuerdo a las biografías publicadas por su hija Peggy Salinger y una antigua amante, Joyce Maynard, Salinger continuaba escribiendo a sus 90 años. «Me gusta escribir y te aseguro que escribo con regularidad. Pero lo hago para mí mismo y quiero que me dejen completamente tranquilo mientras lo hago», declaró en su última entrevista que concedió, en 1980, al «Boston Globe».

Hijo de una familia acomodada, Salinger comenzó a escribir a los 15 años, cuando ingresó en el Colegio Militar de Pennsylvania. El descubrimiento de Hemingway y Fitzgerald -a los que en su madurez llegó a detestar- fortaleció su vocación y así lo comprendió su padre, Solomon, cuando le envió infructuosamente a Europa a realizar unos cursos de perfeccionamiento en la industria alimentaria: su hijo no le sucedería a la cabeza de la empresa familiar. Cuando regresó a su país, comenzó sus estudios en el Ursinus College (Pennsylvania), donde ya cultivaba su estilo diferente.

Llamado a filas en 1942, participó en el desembarco de Normandía y la liberación de París, donde conoció a su primera esposa, Sylvia. Ella era funcionaria del Partido Nazi y se enamoraron después de que Salinger la detuviera. El matrimonio se rompió al cabo de apenas unos meses. Su segundo matrimonio con Claire Douglas, con quien tuvo dos hijos, Matt y Margaret, también terminó en divorcio al cabo de diez años.

Mientras tanto, publicó en 1948 en «The New Yorker» un relato, «Un día perfecto para el pez banana», donde aparecen por primera vez la familia Glass y sus siete hijos, personajes recurrentes en sus siguientes trabajos. Pero fue «El guardián entre el centeno» el título que le lanzó a la fama. Texto de lectura obligatoria en las escuelas norteamerianas, retrata a Holden Caulfield, un chaval de 16 años que se ha convertido en uno de los personajes más emblemáticos creados en la literatura. La historia tocó la fibra sensible de los lectores jóvenes, por su uso del argot y sus explícitas referencias al sexo, hasta el punto de que «El guardian entre el centeno» ha sido prohibido en algunos países. Celebridades como Bill Gates o Winona Ryder la citan como su novela favorita, un rasgo que comparten con nueve de cada diez desequilibrados mentales y psicóticos en potencia, como Mark Chapman, asesino de John Lennon -llevaba una copia del libro cuando fue arrestado-. Por eso tiene fama de novela maldita... y también por lo hermético de su autor, quien concedió contadas entrevistas.

Sometido a la mirada escrutadora de los críticos tras la publicación de «Franny y Zooey», en 1961, Salinger decidió encerrarse con un único contrincante: la escritura. Sus manuscritos duermen en un viejo cajón, esperando que se levante la ley del silencio impuesta por su creador. «Es maravillosamente tranquilizador no publicar nada», dijo en 1974 a «New York Times».

En su libro, «El guardián de los sueños», su hija Margaret describe a su padre como un autócrata que mantenía a su madre «prácticamente encarcelada». Atraído por «nínfulas», según relataba su hija, filtreaba con la Cienciología, era adicto a la telebasura, propinaba palizas a su esposa y tenía por hábito beberse su propia orina. La pareja se divorció en 1967 y, cinco años más tarde, el autor dio la campanada al casarse con una joven de 18 años, Joyce Maynard. Algunas de las cartas de la pareja llegaron a alcanzar los 150.000 dólares en una subasta en 1999.

Casado de nuevo con Collen O'Neill desde la década de 1980, Salinger siguió viviendo en secreto y se negó a vender los derechos de «El guardián entre el centeno» al cine. Como muchos de sus contemporáneos, John Steinbeck dijo de él que «escribe libros inmaduros para lectores inmaduros», pero no entendió ni al hombre ni al artista: con ingenuidad teñida de nobleza, este escritor desilusionado retrataba en su obra la inocencia perdida de la adolescencia, encarnada en personajes como el protagonista de «El guardian entre el centeno», Holden Caulfield, un estudiante expulsado del colegio que decide escaparse tres días a Nueva York para descubrir el mundo artificial e indiferente de los adultos. Durante sus años de soledad, Salinger cumplió con el precepto de este adolescente herido por el dolor de vivir: «La única preocupación de un artista debe ser tender a la perfección basándose en la idea que tiene él mismo y no por lo que piensen los otros».

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