GARA > Idatzia > Iritzia> Jo puntua

Xabier Silveira Bertsolari

La puta manía de creernos San Dios

Científicamente probado. La estupidez no tiene límites, es un límite en sí misma. Ni nos deja disfrutar del humor del que gozan quienes lo practican ni nos deja desarrollar nuestro propio sentido del humor

Creéis que todo tiene un límite, así estáis todos, limitados»... No es otra si no nuestra propia ignorancia la que tantas veces nos impide comprender, tolerar y respetar lo que sucede de ojos para fuera. ¡Pobres infelices! Empeñados en ver sólo lo que deseamos ver tropezamos una y otra vez con lo que en realidad sucede. Y a joderse toca, mireusté -mire usted-. Y jode, claro que jode, que la gente no sea capaz de hacer las cosas tal y como a nosotros nos parece que deberían hacerse o, lo que jode todavía más, que pese a ser capaces tampoco lo hagan. Pero un momento, que me (s)urge una duda: ¿No sucederá esto -lo de la jodienda digo, ese comernos las tripas con el acto ajeno que no nos va a traer más que un mal cáncer-, no sucederá, pregunto, que eso se deba a que somos subnormales profundos?

No soy experto en medicina mental, es más, no tengo conocimiento alguno sobre el tema exceptuando el recabado en el trato casi diario con agentes culturales y sociales de este maldito país, pero no seré el primero ni el último que escribe algo sin tener ni puta idea de lo que está diciendo. A lo que íbamos; la diferencia entre ser un loco y ser un idiota estriba en que el loco lo lleva bien y el idiota no tiene ni amigos, ni nadie que le diga que intente disimular su idiotez estándose calladito, quieto y (un verdadero amigo lo haría) sin respirar media hora. Ekilikua, he aquí la explicación para comprender por qué todavía no hemos metido en el microondas más cercano al idiota que todo lo sabe y que todos los días encontramos en el trabajo, en el tren, en el bar, o dando charlas sobre temas exentos de todo interés cual listo de pro: Estamos locos y no tenemos tiempo para andar asando idiotas. Aunque podría suceder. Todo (se) puede (p)asar, incluso lo que no tiene explicación científica.

Pese a que nos empeñemos en querer ser quien decide lo que puede y no puede acontecer, lo que se debería y lo que no se debería hacer, lo que está bien y lo que está mal, deberíamos darnos cuenta de que a nadie le importa lo que nosotros pensemos, ni lo que creamos, ni... ni nada. A nadie, nada. Porque por muy superbertsolari que uno sea o por muy millonario que sea otro, por mucho que se crea uno más que el resto por ser directivo de Kutxa, euskaltzaina o experto en escribir en mayúsculas, en realidad lo que es es nada. Cero. Escoria. Una mierdecilla que a nadie le importa si muta y se convierte en chicle pegado al suelo o continúa siendo el después de lo que sólo iba a ser un pedo y acabó superando expectativas para ser un Don kakitas.

Científicamente probado. La estupidez no tiene límites, es un límite en sí misma. Ni nos deja disfrutar del humor del que gozan quienes lo practican ni nos deja desarrollar nuestro propio sentido del humor. Nos amarga la vida hasta el punto de pensar que todo el mundo excepto uno mismo lo hace todo mal. Pues a joderse toca, mireusté. Y si tengo un programa en la tele que se emite en horario de broma y no lo ve ni dios, me desahogo poniendo a parir a Silveira, que es un bufón, un derechista y un borracho. Voy a ver Teknopolis, a ver si me lo explican.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo