Iñaki Lekuona Periodista
La salud del capital
¡
Antes de ocuparse de la cartera de Salud y Deportes, Roselyne Bachelot era farmacéutica. Aunque desde que le picó el virus de la política, inoculado por su padre, diputado gaullista, Roselyne intercambió los fármacos por el sillón de su padre en el Parlamento francés, típico en un país que sigue anclado en el caciquismo.
Que a Roselyne le queda grande el ministerio es algo obvio, incluso para ella. Cuando la OMS alarmó al mundo con la pandemia de la gripe A, la ministra realizó un pedido de 94 millones de vacunas, a lo grande. Cuando ha visto que sólo cuatro millones y medio de personas se han vacunado contra el miedo pandémico, y cuando se ha comprobado que el temido virus no es en ningún caso más peligroso que una gripe común, Roselyne ha decidido anular el pedido correspondiente a 50 millones de dosis, o sea, 350 millones de euros. La indemnización a las empresas farmacéuticas será millonaria.
Y ahora que el Consejo de Europa ha lanzado una investigación sobre la actuación de la OMS ante las acusaciones de corrupción y de fraude sanitario, Roselyne quiere curarse en salud y colocar todas las dosis posibles. «Esta vacuna es particularmente importante si usted está en contacto con personas frágiles, niños o mujeres embarazadas» asegura Roselyne en una carta enviada a todos los domicilios. Siempre el miedo.
Los padres del niño de nueve años que murió en diciembre pasado, cuatro días después de que se le colocara la vacuna, ya no tienen miedo. Se lo comió la pena. Les han dicho que no existe relación causa-efecto, que fue muerte natural. Lo dicen quienes aseguran que hay que vacunarse. El capitalismo sigue gozando de buena salud.