Tanto mentar a la bicha no podía traer nada bueno. El Athletic acabó con su mala racha, sí, pero con muchísimos apuros y sobre la campana.

Técnico y jugadores no habían dejado de repetirlo. El Xerez llegaba a San Mamés opositando a protagonista del sopapo de la temporada. La cuestión es saber para qué sirvió tanta advertencia si los rojiblancos estuvieron a punto de caer en la zanja que ellos mismos habían rodeado de conos y señales luminosas. Si fue una cuestión de actitud, que no lo pareció, malo; y si fue una cuestión de aptitud, casi peor, porque los números -y a estas alturas de la temporada algo significan- dicen que el Xerez, por muy buena imagen que ofreciera en San Mamés, es el peor equipo de la categoría. Y frente a un rival que llegaba a la Catedral con una media de gol cada dos partidos y apenas tres empates rascados lejos de su estadio, el Athletic tuvo que sudar tinta china y acabar tirando de coraje y de la pegada de Llorente para hacerse con el triunfo.

Afortunadamente, el juego, la suerte o la puntería no importarán cuando llegue mayo y toque hacer cuentas. Y en ese sentido, el Athletic cumplió su objetivo. Arrancó definitivamente la hoja del pobre mes de enero y se reencontró con una victoria que revitaliza su candidatura a posiciones europeas, ahora a sólo dos puntos. Y aunque fue necesario que el colista se le subiera a las barbas, lo que no dice mucho a su favor, también demostró que sabe remontar partidos, algo que no había conseguido hasta ayer.

De inicio no pareció que fuera a necesitarlo. Porque la tarde no se pudo poner mejor para los bilbainos. Sólo habían transcurrido dos minutos de partido e Iker Muniain -la gran novedad del once, junto a Castillo y el augurado regreso de San José y Javi Martínez- acababa con todos los temores. Llorente peinó un balón en el área, Toquero envió un centro perfecto al segundo palo y el navarro saltó para cabecear un balón que parecía convertir en ridículas todas las prevenciones escuchadas a lo largo de la semana.

Sólo lo parecía. Y la sensación duró un suspiro porque en diez minutos el Xerez había restablecido el empate. Estuvo a punto de hacerlo, cuando Bermejo aprovechó un despiste de la defensa para colocar una vaselina que Iraizoz despejó sobre la línea de gol. Un minuto después, la amenaza se convertía en certeza, con el derechazo de Moreno desde la frontal del área.

Y lo peor estaba por venir. No sólo porque los andaluces ampliaron su ventaja, sino sobre todo porque el Athletic no dio la impresión de poder evitarlo. Tampoco ayudó el ábitro -¡viva el villarato!-, que se hizo el sueco en dos acciones en el área azulona, un derribo de Javi Martínez y una mano clarísima de Gioda, o sancionó un derribo a Muniain con amarilla al navarro. Pero ese árbol no puede ocultar el bosque del pobre partido rojiblanco. Que se vio castigado poco antes del descanso con una acción de Momo, que entró por banda con sonrojante facilidad, convertida en el 1-2 por Bermejo.

Por mucho tiempo que quedase por delante y mucha teórica superioridad de los bilbainos, la papeleta que le quedaba al Athletic para la reanudación era considerable, ante un rival dispuesto a todo por aferrarse a su hilillo de vida. En realidad, el Xerez tampoco llegó a proteger a Renan con un autobús de dos plantas, pero así se lo pareció a un rival flojo de ideas y espeso de movimientos.

La artillería

Joaquín Caparrós optó por la acumulación para deshacer el entuerto y acabó sacando a toda su artillería. Lamentablemente, ni las prisas ni el exceso de delanteros aseguran los goles y, aun con la rabia que iba asomando en las filas bilbainas, seguía pareciendo que tampoco lo iban a hacer ayer.

Pero sí lo hace la pegada. En este caso la de Fernando Llorente, que premió la constancia de sus compañeros con un magnífico cabezazo a media hora del final. Visto que era posible, y pese al par de sustos que recibió, el Athletic siguió insistiendo. Con idéntico resultado. Con sólo cuatro minutos por delante, Susaeta metió otro balón en el área y Llorente metió el pie para despistar a Renan y asegurar un triunfo que se celebró casi tanto como el anterior.