Los discursos de Lawrence Lessig se han convertido en el catecismo para muchos internautas. Este catedrático de Derecho abarrota las salas de conferencias arrancando de sus ordenadores a cientos de jóvenes, que lo idolatran como a una estrella del rock. De este modo, se ha convertido en el gran enemigo de las discográficas y de gigantes como Time-Warner o Disney. Su éxito radica en que su discurso no se reduce a la crítica, sino que ha sido capaz de formular alternativas.

De alguna forma, internet y las redes de intercambio de archivos se han convertido en la biblioteca de Alejandría del siglo XXI. ¿Quiénes ejercen ahora de grandes inquisidores?

Los inquisidores actuales son las grandes empresas poseedoras de los derechos de autor. Estos gigantes empresariales temen al cambio, porque puede hacer que peligre su posición y su negocio. Lamentablemente, nos ha tocado vivir en una época donde tienen un enorme poder sobre la política.

Usted explicó la actual situación a partir de cuatro principios, en lo que es conocido como el «Remix Manifesto». Empieza de la siguiente manera: «La cultura se construye sobre el pasado». ¿Pero qué significa realmente?

Cada bit de nueva cultura se construye añadiendo algo a lo que ha pasado anteriormente o a una creación anterior. Siempre se innova desde lo anterior.

Y sin embargo, «el pasado trata de controlar nuestro futuro».

Exactamente. El pasado intenta protegerse a sí mismo del cambio, que es lo que más teme. Trata de perpetuarse y mantener su posición dominante.

En su opinión, el pasado está venciendo al presente. ¿Es cierto que cada vez somos menos libres?

Los poderes del pasado, los dueños de los derechos de autor de creaciones artísticas anteriores, están teniendo éxito utilizando la ley -y también endureciéndola- para protegerse a sí mismos. La libertad se mide en tanto que somos capaces de frenar el dominio del pasado. Y estamos perdiendo esa batalla.

¿Existe alguna estrategia eficaz para cambiar el rumbo de esa batalla?

Debemos limitar la capacidad del pasado de controlar nuestro futuro. Esto supone detener las actitudes de los gobiernos encaminadas a proteger los modelos de negocio del pasado. Escuché al ministro de Cultura francés decir que su trabajo era «proteger fórmulas que están muriendo». ¿Por qué lo hace?

¿Cuál ha sido la evolución de los derechos de autor?

El copyright nació como un «derecho pequeño». Se concede un monopolio «pequeñito» sobre cierta creación a fin de proteger una actividad comercial en concreto. En su origen, esta actividad comercial era la publicación de libros. En un momento dado, esto cambió. Los derechos de autor pasaron de regular algo concreto, como la edición, a algo más etéreo, el derecho a «copiar». Cuando irrumpieron las tecnologías digitales y todo aprovechamiento de un trabajo creativo anterior se convirtió en «copia», los derechos de autor se aplicaron a cada bit de nueva cultura. Llegado este punto, los derechos de autor están fuera de control.

Entonces, ¿internet dinamitará los cimientos de los derechos de autor?

No acabará con el copyright. Tengo la esperanza de que eso no pase, pero confío en que lo cambiará sustancialmente.

¿Qué papel ha jugado la compañía Disney en esta batalla?

Disney ha sido el actor más poderoso en forzar la regulación máxima del derecho de autor. Digamos que ha conseguido que nadie pueda hacer a la compañía Disney lo que ella hizo con los hermanos Grimm.

En su opinión, ¿existen diferencias entre la reproducción de una creación artística o una noticia en un medio?

Existen algunas diferencias. Pero las preguntas que debemos hacernos son las mismas: ¿Es un trabajo creativo? ¿Necesita un monopolio para seguir siendo producido?

Usted ha alabado el ejemplo de Brasil.

Con Gilberto Gil como ministro de Cultura, Brasil saltó, en este asunto, de una legislación del siglo XIX a otra del siglo XXI. Llevó a cabo una política muy progresista, que preserva la cultura tropical de «mezclar» creaciones (el remix), a través de un estatuto muy progresista para el copyright. Para mí, ha supuesto toda una inspiración.