Mikel INSAUSTI

Pues, visto lo visto, al productor Mosh Danon no le faltaban motivos para quejarse porque la representante israelí, finalista al Óscar de Mejor Película de Habla No Inglesa, no tuviera opciones para competir con las realizaciones de Campanella, Haneke y Audiard. Por estilo está más cerca de «Un profeta», título con el que comparte su apuesta por un tratamiento verista del cine de acción, para así evitar que la carga ideológica le aleje de la realidad inmediata que quiere captar. «Ajami» es un retrato de una de las zonas más conflictivas y marginales de Jaffa, donde la población árabe se ve inmersa en una espiral de criminalidad a consecuencia de la tensión que ha de soportar bajo el dominio judío. Los debutantes Scandar Copti (palestino) y Yaron Shani (hebreo) irrumpen con uno de esos pildorazos sobre violencia juvenil que se convierten rápidamente en películas de culto, al igual que en su día ocurrió con «Los chicos del barrio» y «Ciudad de Dios», o más recientemente con «Gomorra».

Pero lo que define a «Ajami» es su montaje rupturista de la mejor escuela de los mexicanos Iñarritu y Arriaga, con una narración perfectamente estructurada en base a las distintas perspectivas que adoptan los personajes con respecto a los hechos que les llevan a coincidir a través de sus historias cruzadas. Los saltos en el tiempo y la repetición de secuencias clave no sólo no provocan confusión en el espectador, sino que van mejorando la información que éste recibe, de tal forma que puede ir encajando las piezas del puzzle hasta completarlas finalmente sin problemas. Hay que agradecer la distribución de la película en versión original subtitulada, ya que doblada carecería de sentido e impediría apreciar las diferencias idiomáticas y culturales. Son actores no profesionales que se están expresando con absoluta espontaneidad y tal como hablan en su vida diaria, y de ese comportamiento abierto a la improvisación emana la fuerza y la dureza de una propuesta colectiva de gran impacto social.