Periodo de crisis. La cosa va mal para todos. ¿Para todos? El INSEE, el instituto francés de estadística, acaba de publicar un estudio que confirma que la principal tendencia socioeconómica mundial, que no es otra que aquello de que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, también se registra en la patria de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Si Robespierre levantara la cabeza con toda seguridad se le volvería a caer; vale que el tajo de una guillotina no se arregla así como así, pero aunque tuviera el cuello de una pieza sus ojos no podrían sostenerle la mirada a una República de cuencas vacías, un país que no se rige por la dictadura del Terror pero donde la libertad se compra con dinero, donde la igualdad ha dejado paso a la desigualdad, donde la fraternidad es un sentimiento que las clases más favorecidas ignoran por completo.

Esas clases no representan más que un 1% de la población, pero perciben el 5,5% de los ingresos laborales totales, el 32% de las rentas patrimoniales totales y el 48% de los ingresos excepcionales declarados, o sea, plusvalías, beneficios accionariales, etc. En el otro extremo, más o menos una de cada siete personas vive bajo el nivel de la pobreza, en total ocho millones de ciudadanos de la República; ciudadanos de tercera claro.

La crisis a algunos les hace más ricos. Y ante esta situación, los dirigentes conservadores acaban de levantar un «escudo fiscal» que evita que se suban los impuestos a los que más tienen. Porque, según dicen, son ellos, los más ricos, los más beneficiados por la crisis, quienes van a acabar con ella. Pena de guillotina, Robespierre.