DEIA Unai Aranzadi 2010/5/4
Por la unidad del periodismo vasco
(...) Si repasamos los actos, alusiones y referencias que se dedican cada año a quienes han sufrido el mayor ataque que se pueda dar contra la libertad de prensa, es decir, el asesinato, observaremos que el redactor jefe de la sección local en La Gaceta del Norte y director de La Hoja del Lunes, José María Portell (asesinado por ETA en 1978) y el citado colaborador de El Mundo, José Luís López de Lacalle (asesinado por ETA en 2000) son las referencias constantes y prácticamente únicas.
Sin embargo, el 30 de marzo de 1985, Xabier Galdeano, corresponsal del diario Egin en Iparralde, murió de idéntica forma a la del colaborador de El Mundo. (...) También, al igual que José María Portell era redactor jefe de La Gaceta del Norte, Josu Muguruza lo era del diario Egin. Murió asesinado en Madrid el 20 de noviembre de 1989 a manos de un policía español.
Estos asesinatos de periodistas de Egin apenas figuran en las agendas conmemorativas de medios e instituciones, revelando que en realidad eran, en aquellos días, y lo continúan siendo hoy, condenados a sucumbir como enemigos. ¿Y por qué? Porque no escribían «lo que hay que escribir».
Fueron enterrados entonces, y año tras año, en cada homenaje a la libertad de prensa que organizaciones, medios e instituciones organizan dándoles la espalda, se les entierra en el olvido, haciendo una clara diferenciación entre periodistas amigos y periodistas enemigos. ¿Acaso no fueron ellos también víctimas del terrorismo?
(...) este otoño pasado se cumplían veinte años del asesinato de Josu Muguruza. Familiares y amigos se reunían en la bilbaina plaza de Rekalde para realizar una ofrenda floral y recitar unas palabras en su memoria. La Ertzaintza rodeó con agentes todo el acto y no necesitó más de unos pocos minutos para interrumpir la oratoria arrancando de cuajo un pequeño cartel con su nombre que sus padres habían colocado. (...)
Es fácil reconocer los derechos y la humanidad en uno mismo y la gente con la que uno simpatiza. Lo difícil, la auténtica frontera en la que radica la grandeza de la Carta Internacional por los Derechos Humanos y nuestra propia humanidad es reconocer esos derechos en ese otro -periodista en este caso- con el que no estamos de acuerdo. Hasta que eso no se supere con valentía, el conflicto vasco perdurará. Exista ETA o no.