Las sospechas de pederastia sobre el obispo alemán Walter Mixa sacudieron la Baviera natal del papa Joseph Ratzinger, quien aceptó ayer la renuncia del prelado de Augsburgo, representante del ala más conservadora de la Iglesia y quien anteriormente admitió malos tratos a menores en un orfanato bávaro.

La respuesta del Vaticano a la carta de Mixa poniendo sus cargos a disposición del Papa tras admitir los malos tratos, activó lo que la Conferencia Episcopal y la diócesis de Augsburgo calificaron de «nuevo comienzo».

«Lo ocurrido en Augsburgo y en el conjunto de la Iglesia católica alemana es muy grave, como lo es la pérdida de credibilidad derivada de ello», afirmó el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Robert Zollitsch.