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Nekane Jurado Economista y miembro de Elkartzen

La nueva franquicia Guggenheim en la economía de la especulación

Poco importa que el AVE vaya más o menos deprisa, o que los museos sean deficitarios: las decisiones sobre las infraestructuras son un campo abonado para la fabulación del poder

Eva Forest decía que la cultura es del pueblo y surge del pueblo o no es cultura, es otra cosa. El pueblo siempre «sabe», su identidad transmitida multifactorialmente (por su lengua, sus restos arqueológicos, su forma aprendida de relacionarse con el entorno y de interpretarlo, sus usos y costumbres transmitidos por generaciones, etcétera) le hace no sólo conocedor sino portador de la auténtica cultura. Cuando la cultura se diseña en los despachos para que sea un valor de mercado, no es cultura; es un nuevo producto comercial.

La sinrazón del proyecto Guggenheim en Urdaibai puede ser analizada desde múltiples aspectos. Yo voy a centrarme en el económico, pero señalando que el propio informe oficial habla de poner en marcha proyectos museísticos a escala global para satisfacer las exigencias y expectativas de los nuevos públicos en el contexto de la globalización. Y aquí topamos con los nuevos valores e ideología del arte globalizado. Con el pretexto del multiculturalismo se promueve el relativismo para despojar a las creaciones culturales autóctonas de significado y sentido histórico concreto. Tal relativismo está diseñado para detener la creación que pueda desafiar, criticar y remover los valores ideológicos del statu quo conservador.

El PNV ha ido convirtiendo Euskal Herria en Euskal Hiria, destrozando el tejido económico del sector primario y del industrial (en Urdaibai estos sectores han perdido 10.000 puestos de trabajo) y sustituyéndolo por la construcción especulativa (grandes infraestructuras y zonas residenciales) y los servicios en consumo y ocio, que contratan sobre todo mujeres y jóvenes con alto nivel de precariedad. Y es este diseño el que subyace en el proyecto analizado.

Hablan de reactivar una comarca que previamente han destruido económicamente y para ello lo que pretenden es recalificar urbanísticamente toda un área protegida nada menos que como Reserva de la Biosfera, para seguir recalificando zonas contiguas que ya han planificado como residencias temporales de artistas universales. Fabulan el cuento de la lechera hablando de puestos de trabajo en la construcción (cuando sabemos que contratan a destajo a cuadrillas enteras de inmigrantes, sin o con escaso derechos) y en las áreas de gastronomía y servicios (camareras, sirvientas de los nuevos señoritos...) y todo ello destrozando nuestra tierra.

El nuevo Guggenheim va a ser un elemento más de concentración de rentas, a través del gasto público, por dos vías:

1. Económicamente, de los 130 millones de euros de 2008, en diciembre de 2009 presentaban una cifra estimativa de 200, y sólo para el museo. Pero no solamente hablan de las 8 hectáreas del museo, están los aparcamientos, las residencias de artistas, etcétera., y también el compromiso de realizar dos túneles que unan Bilbao-Gernika y Bilbao-Bermeo, para desde cualquiera de los dos municipios acceder al museo, todo marcado en 30 minutos. La alta velocidad destruyendo nuestro subsuelo, acuíferos y el frágil sistema de la marisma.

2. Además de la inversión, el museo tiene una explotación comercial deficitaria (ingresos de taquilla menos gastos de mantenimiento). Es decir, no solamente va a ser incapaz de amortizar los elevados costes de construcción, sino que ni siquiera cubriría los costes de explotación, por lo que requeriría financiación pública permanente para su funcionamiento. El informe oficial estima unos gastos anuales de casi 7 millones y unos ingresos de 1 millón diciendo claramente que el déficit anual será sufragado con subvención pública. Un déficit anual mayor que el del Guggenheim de Bilbo que se cubre con subvenciones anuales superiores a 4 millones de euros, para sufragar sus pérdidas.

A este coste anual para toda la vida de los museos hay que añadir el coste público por los intereses anuales de la deuda para financiar su construcción, y el coste social del fraude (desaparición de fondos, inversiones especulativas...) que parece ser intrínseco a este tipo de patronatos (recordamos los todavía no explicados fraudes del museo Balenciaga, Guggenheim Bilbao, entre otros).

El Guggenheim Urdaibai es la mayor y más cara infraestructura jamás proyectada en este entorno -sin una mínima rentabilidad económica y social que lo justifique-, incrementará las desigualdades sociales concentrando la riqueza en los especuladores del suelo, expulsando de su entorno a los jóvenes necesitados de vivienda, cuyo precio se disparará y condenando a la precariedad laboral «del servir» con un efecto regresivo en la distribución de la renta. Aún así, tendrá que ser subvencionado, agudizando el descenso del gasto en prestaciones sociales que se sumará a los recortes actuales y que nos sitúa en uno de los niveles más bajos de la UE.

Pero esto no quita para que exista un verdadero «progreso» para un sector vasco: para los especuladores del suelo, para la cuenta de resultados de las empresas constructoras y del hormigón, para la BBK y para el lobby de Jon Azua

El modelo en el que se está centrando la actividad pública está basado en una economía de la corrupción, donde el dinero negro a través de las entidades financieras, se cuela por todos los órganos de poder político y económico, y pide su tributo para blanquearse y secarse: la construcción de grandes infraestructuras. El fraude fiscal de Euskal Herria supera los 10.000 millones de euros anuales y es de los más elevados de la UE, necesita vías de lavado, y nuestros gobiernos ofrecen para ello una de Alta Velocidad y museos globales.

Poco importa que el AVE vaya más o menos deprisa, o que los museos sean deficitarios: las decisiones sobre las infraestructuras son un campo abonado para la fabulación del poder, restablecen claras jerarquías entre la metrópoli central y las periféricas, y su financiación determina geografías de poder. Y por esta sinrazón económica me adhiero plenamente al «Manifiesto en favor de Busturialdea», promovido por la plataforma Lan eta Bizi de la comarca.

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