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Luis Chillida: «Para mi padre lo importante era hacer las cosas bien; el tiempo no influía en su obra»

Chillida-Leku abrió ayer sus puertas al público de forma gratuita con motivo de las celebraciones del Día Internacional de los Museos. Los visitantes aprovecharon la ocasión para conocer más de cerca al escultor donostiarra.
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Ariane KAMIO | HERNANI

Una de las peculiaridades que tiene el museo Chillida-Leku de Hernani es que, el hecho de ubicarse en un lugar al aire libre, hace que cada visita sea «irrepetible», según apuntó ayer Luis Chillida, hijo del escultor donostiarra, en una inusual visita guiada por los rincones de este emblemático lugar. El museo abrió ayer sus puertas al público de forma gratuita con motivo de las celebraciones que vienen llevándose a cabo en distintos lugares del mundo por el Día Internacional de los Museos, que oficialmente se celebrará mañana. En su programa, Chillida-Leku ofreció, entre otras cosas, una visita guiada de la mano del hijo del escultor a un reducido grupo de visitantes.

De primera mano se pudieron conocer las principales inquietudes de Chillida con sus obras escultóricas, sobre todo con las dimensiones de éstas, sus escalas, el espacio y el tiempo. También se dejaron al descubierto los motivos por los que el artista decidió afincar su taller en el caserío Zabalaga, núcleo del museo. «Las obras de mi padre viajaban por todo el mundo, y casi nunca las podía guardar con él. Hubo un tiempo en que pensó que era mejor que las guardara él mismo y, como sus obras no cabían en casa, comenzó a buscar un lugar más adecuado para ello. Así, a finales de 1982 encontró el caserío Zabalaga; el edificio y su entorno le dejaron maravillado», dijo Luis Chillida. Aunque en un principio la idea de la familia no fuera convertirla en museo, cuando al escultor le fue diagnosticado un caso de Alzheimer, lo que fue su «almacén» y lugar de trabajo, se convirtió en museo en el año 2000.

Espacio, tamaño y tiempo

Algunas de las principales obsesiones del escultor fueron el tamaño y el espacio en el que se ubicaban sus obras. «Nada era grande o pequeño para él; todo tenía una escala y unas proporciones, pero no tenían nada que ver con el tamaño». Chillida se esforzaba en buscar una «escala ideal» para la obra en comparación con el tamaño del hombre.

Así, la geometría se convirtió también en otra de sus «preocupaciones». A su juicio, la geometría era «falsa». El matemático y geómetra griego Euclides aseguraba en sus teoremas que el punto es un lugar sin dimensión, una idea que no compartía el artista donostiarra. «Mi aita pensaba que sin dimensión, la realidad no existía», explicó Luis Chillida.

Euclides aseguraba también que la única unión existente entre dos puntos era una línea recta, nada más. Chillida, sin embargo, cuestionaba estos pensamientos y aseguraba que entre esos puntos y esa raya, en la parte superior e inferior, existían varios espacios por los que podrían transcurrir más líneas, y podrían haber más nexos de unión.

Su escultura, la mayoría realizada en acero y grafito, acentúa los ángulos de cada esquina, sin embargo, nunca existirá un ángulo recto en sus trabajos. «Sus obras están próximas al ángulo recto, pero nunca se cumple la graduación, siempre cuentan con otra inclinación».

El hombre y la naturaleza siempre han estado presentes en la obra de Chillida, así como el transcurso del tiempo. «Era un hombre que vivía en el mundo de lo desconocido. No le gustaba pensar ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro». En ese sentido, era una persona que valoraba mucho el transcurso del tiempo, sin embargo, no vivía pendiente de él. «Siempre decía que no sabía cuánto tiempo iba a necesitar para hacer una obra, que lo importante era hacer las cosas bien».

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