Terror en alta mar en nombre de la lucha contra el terror
Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista
La Oficina Marítima Internacional, con sede en Kuala Lumpur, se prepara para hacer horas extras. A toda máquina.
Los piratas somalíes, últimamente el gran quebradero de cabeza de este instituto que computa anualmente los abordajes en todo el mundo, son unos aficionados. Y es que no tienen un estado detrás. Tampoco delante. Les falta patente de corso.
Quien sí la tiene es Israel. Y si no se la dan, siquiera de boquilla, se la otorga a sí mismo y punto. Que para algo tiene fuero, siendo como es el «unico estado democrático» de la región toda. Otro Apartheid democrático.
Y esta última «constatación» lo cambia todo. El estado que se lanza a sangre y fuego al abordaje de barcos en aguas internacionales no está cometiendo un acto de piratería. Los piratas, en todo caso, son los que van a bordo. Los soldados que matan a al menos nueve personas en la cubierta de uno de ellos son realmente las víctimas. Sus víctimas, los verdugos.
Los pasajeros de esas flotas «son terroristas». Luchan contra el bloqueo de la Franja de Gaza, gobernada por los islamistas de Hamas, grupo «terrorista». Luego son terroristas. Pura regla de tres.
Un viejo saco sin fondo, el del la criminalización del rival político -o del que simplemente se niega a comulgar con ruedas de molino- y que se ha revestido con distintos nombres a lo largo de la historia. Los griegos y romanos los llamaban bárbaros. La historia europea se ha escrito con sangre contra moriscos, judíos, comunistas, judeomasones...
Palestinos, sudafricanos, kurdos, timorenses, chechenos, tamiles, irlandeses, kosovares... ¿Terrorismo? Terrorismo eres tú.