Por ser el autor de «El retrato de Dorian Gray», Oscar Wilde tampoco ha podido escapar a la moda de los clásicos fantásticos revisados por el cine para adolescentes. Es una tendencia que empezó Coppola con «Dracula de Bram Stoker» y que ha desembocado en la adaptación de la saga «Crepúsculo» creada por Stephenie Meyer.

No se explica de otra manera la elección del inexpresivo guaperas Ben Barnes para incorporar a Dorian Gray, quien no hace olvidar la versión setentera protagonizada por Helmut Berger. Tampoco el nuevo guión de Toby Finlay le ayuda, ya que pretende pasar el texto original por el filtro de la corrección política, suavizando la degradación moral del protagonista en aras de su redención en brazos del amor puro. Así que de poco le sirve a Colin Firth esforzarse en su rol mefistofélico, intentando llevar al chico por el camino de la perdición, mientras su alma queda atrapada en el diabólico cuadro de la eterna juventud. Todo ello, descrito mediante un efectismo que para sí hubiera querido Ken Russell en sus puestas en escena más artificiosas.