Adarrots contempla el folk desde la fiesta y el tono bucólico
Crear un cuarteto de rock es complicado, pero nada comparable con un septeto de folk pues, a los problemas de compaginación y agenda de cada componente, se unen las numerosas horas de ensayo y los escasos conciertos que se consiguen a lo largo del año; además, Adarrots son sus propios mánagers. Con todo, esta banda de Portugalete ha conseguido debutar, gracias al concurso de Mendebala, con un notable disco de folk, «Haizekadak».
P. CABEZA | BILBO
Si el jazz local lo pasa mal, el folk no va muy allá y, si acaso, aún lo tiene peor, pues las iniciativas que pueden devolverle el brillo merecido son escasas y aún menos si se comparan con el presupuesto de los grandes festivales de jazz. No obstante, organizaciones como Mendebala apuestan por el folk y, gracias a su concurso anual, aquí está el primer disco, «Haizekadak», de este grupo de Ezkerraldea (Portugalete, Barakaldo y Santurtzi, más Bilbo y Galdakao), Adarrots.
La banda surge en el año 2004, cuando un grupo de amigos se juntan para dar un concierto en el aniversario de la casa de otro amigo, el centro ocupado La Célula. Allí tocan versiones, a los colegas les gusta lo escuchado y ellos deciden quedar de vez en cuando para seguir con el meollo. Kultur Etxea de Mamariga les deja un pequeño espacio para los ensayos, y surge la primera formación: voz, flautas, alboka, violín, dos guitarras y percusiones. De esa primera época, sólo siguen Rosa (voz), Sendoa (percusiones) e Iñigo (alboka).
En Adarrots nadie había compuesto nunca una canción, pero llega la hora del reto. En 2006 tienen ya repertorio para tocar en directo. En 2007, de los siete músicos vuelven a quedarse con sólo tres: «Llevábamos muchos meses metidos en el local y eso hace mella», comenta Iñigo Carballo, albokari del grupo. Tras la desbandada, se incorporan Iñigo (violín), Bingen (flautas, clarinete) y Carlos (guitarra). Canciones viejas y nuevas cogen, desde este momento, otro rumbo.
En abril de 2009 ganan la 4ª edición del concurso de maquetas organizado por la asociación Mendebala. El premio será tocar en su festival de julio y grabar un disco para presentarlo en la feria del disco de Durango. Desafortunadamente, dos días antes del concierto en las campas de Sopuerta, Carlos (guitarra) fallece. «Aquí estuvimos a punto de disolvernos, pero los ánimos de la gente nos permitieron aguantar y cerrar el ciclo que habíamos iniciado», recuerda Iñigo. Tras el percance, entra John a la guitarra y Toño al bajo. Todo se vuelve a resituar, y Adarrots recobra el pulso con nuevos matices musicales.
Folk contracorriente
«Mucha gente tiene una idea predefinida de lo que es el folk. Si para alguien la música folk es, por ejemplo, Pantxoa eta Peio, pues piensa que todos los grupos de folk suenan así. Si es Gwendal, pues tiene otra idea diferente... Y lo habitual es que se meta en el mismo saco a todos los grupos. En la grabación del disco ha participado gente que toca con Extremoduro, que tocan paralelamente hardcore-hip hop, música clásica... Músicos que, después de la experiencia, han flipado con las posibilidades sonoras que da el folk», aclara Iñigo.
Y así transcurre la música de «Haizekadak», entre el folk y la riqueza plural que el estilo ha sido capaz de asimilar. El debut es brillante, esperanzador. Una mezcla donde el legado de bandas como Oskorri se cruzan con Haizea o con los recordados Gwendal. «Igorreko pastore» se agita por el fuerte color que imprime la alboka (protagonista positiva en gran parte del disco), el ritmo del pandero..., en «Aldapeko», la voz de Rosa se apropia de la canción, pero la cuerda y los variados instrumentos de viento son parte esencial, como en «Eizu lolotxu», donde el clarinete da paso a una hermosa melancólica canción.
Adarrots evocan, el septeto incita al baile. Tiene cuerpo y corazón, así que cabe lamentar que su presencia no sea más habitual en los escenarios y que los jóvenes consideren el folk música de veteranos y no parte de la tierra que pisan.
«El folk nace precisamente de eso, de la propia tierra, de las costumbres. De hecho, hay instrumentos en el grupo que te conducen a esas sensaciones, incluso sin pretenderlo. También nos gusta frenar en seco los temas. Venir de tocar algo rápido o cargado de sonoridad y de repente relajar el tema, quedarse como suspendido para luego arrancar de nuevo. Así despertamos sensaciones diferentes, a veces incluso contradictorias, dentro de un mismo tema», percibe el albokari Iñigo.
«La alboka aporta su fuerza al repertorio. No es que lleve el peso principal, pero tiene mucho protagonismo. Es difícil escuchar grupos folk con tanta alboka y con un papel de primera línea».
Grupo: Adarrots.
Disco: «Haizekadak».
Edición: Mendebala Diskak.
Conciertos: 19 de junio, taberna de la plaza de Ondarroa. 25 de junio, ermita de Aramaio. 26 de junio, Pantalanes de Santurtzi dentro de Gazte Soinuak. 2 de julio, Mendebala (Sopuerta), junto a Luar Na Lubre y Bizardunak.