«Acabará por saberse que España lleva cuatro siglos huyendo». Frases lapidarias como esta componen «Mujeres, ultramarinos y coloniales» (Txalaparta), una suerte de legado «testamentario, profundamente serio, pero no pesado, porque no tiene una continuidad», en palabras de su autor, Antonio Álvarez Solís. Este veterano maestro de periodistas e intelectual inconformista, cuya pluma se asoma de forma regular a las páginas de este diario, con su último trabajo pretende averiguar «lo real que se esconde tras la apariencia».

Álvarez Solís nació en Asturias y estudió Derecho en las Facultades de Barcelona y Santiago de Compostela. Con cerca de 30.000 artículos y centenares de conferencias contabilizados en su dilatada trayectoria profesional, inició su carrera en el diario «La Vanguardia» y fundó la revista «Interviú», así como diversas revistas de gastronomía y cultura. Además de columnista, también ha sido una voz reconocida en las tertulias de la radiotelevisión pública vasca hasta el cambio de dirección en EITB con el nuevo Gobierno.

«Mujeres, ultramarinos y coloniales» no tiene nada que ver con sus anteriores libros. Tal y como apuntó ayer en su presentación en Bilbo, es un trabajo que viene de lejos, para el que se ha tomado mucho tiempo. Escribía sólo cuando se le ocurría alguna paradoja o pensaba algún aforismo y está pensado de la siguiente manera: «El lector tiene que leerlo y luego escribirlo él. Es un libro especial, fácil de leer».

«El mundo actual no necesita otra economía sino otra metafísica» o «¡Hasta dónde llegará la crisis que la gente veranea en Extremadura!», dice. Y es que, según Álvarez Solís, la actual situación económica «va a durar cincuenta años. No se acaba con el capitalismo, se ha prescindido de la realidad y no solucionan los problemas, sólo juegan con cifras». Pero no sólo reflexiona sobre sociopolítica. En el libro predomina lo íntimo, aunque, con humor, apostilló que «se puede leer con los niños delante». Unos ejemplos: «Sólo con una pierna de Sharon Stone hay más que suficiente», «A los quince años del divorcio adquirió una máquina automática de café y la invitaba a un cigarrillo» o «La remolacha y el amor nacen de noche».

Este intelectual considera que las paradojas, muy presentes en su libro, son como el juego del escondite, donde se afinca la realidad de lo existente: «Solamente mediante la paradoja es posible determinar en un par de calcetines cuál es el derecho o cuál el izquierdo».