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La niñez son los juguetes abandonados en el desván

«Toy Story 3»

El nuevo estreno de Pixar nos da tanta felicidad que nos hace olvidar la tristeza de una cartelera veraniega sin vida en las pantallas de cine. «Toy Story 3» completa un ciclo sobre la infancia perdida y la necesidad de recuperar cada ilusión representada por un juguete, incluidos los que están rotos y, por eso mismo, provocan todavía una mayor emoción.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

El tan esperado estreno de «Toy Story 3» ha permitido que caigamos en la cuenta de que han pasado ya quince años desde el estreno de la primera película del ciclo jugueteril. Desde 1995, Pixar nos ha alegrado la existencia, y ha hecho que la generación que ha crecido con sus películas no tenga nada que envidiar a los que tuvimos la suerte de vivir la última etapa del Hollywood dorado, de aquello que se dio en llamar la fábrica de sueños. Esa factoría de ilusiones está hoy en día en Pixar, motivo por el que tengo a su fundador John Lasseter en un altar.

Ya sé que hay gente que no soporta el reinado de Lasseter, sobre todo la competencia, que ya ha tirado la toalla y se resigna ante la idea de que nunca podrá alcanzar el grado de perfeccionismo infalible de las películas de Pixar. Y lo más duro para las demás compañías es saber que detrás de ese éxito inagotable no hay ningún secreto. Es público y manifiesto que lo que Pixar hace es sencillamente tratar a los niños como a personas que son, cuidando el contenido de los guiones tanto o más que las depuradas y evolucionadas técnicas de animación. Sin embargo, para los otros estudios de animación resulta imposible escribir historias tan buenas y originales como las de Pixar.

Todos los animadores son conscientes de que la teta de la que han mamado es la de Disney, aunque, como en el caso de John Lasseter, haya existido una relación de amor-odio con la compañía del Tío Walt. Las tensiones habidas en el pasado han sido culpa de ejecutivos que realmente no amaban la animación, y así hay que citar al pernicioso Michael Eisner, quien llegó a pensar que Disney no necesitaba a Pixar, por más que toda la industria reconociese que el futuro pasaba por las manos de Lasseter. En su ceguera, Eisner quiso competir con Pixar y formó una nueva división Disney de 3D, robándoles sin el más mínimo escrúpulo por su parte las ideas. Por ser la distribuidora de las películas de Pixar, Disney tenía los derechos de merchandising y explotación sobre sus personajes, y a Eisner no le importaba hacer secuelas de los éxitos ajenos aún a riesgo de la perdida de calidad que iba a acarrear su sucia maniobra.

Los seguidores de «Toy Story» sufrían con la situación, más aún al saber que se preparaba la tercera parte sin Pixar. El nuevo guión encargado a Jim Herzfeld ya estaba en marcha. Transcurría en Taiwán, lugar a donde los juguetes defectuosos en origen eran llevados para su reciclaje o algo peor, lo que iba a propiciar la consiguiente operación de rescate por parte del resto de muñequitos.

Afortunadamente, Michael Eisner fue despedido, con lo que la cordura volvió al seno de Disney. Sabedores de que Lasseter tenía ofertas de todas las grandes distribuidoras, no dudaron en firmar un contrato con plenas garantías que daba total libertad creativa a Pixar, además de incluir el nombramiento de John Lasseter como nuevo director de animación de Disney, a fin de lograr que las películas de la casa también recuperasen la calidad asociada a sus grandes clásicos. No hay nada para un animador como volver al hogar materno.

La prioridad que Pixar da al guión también se repitió al ponerse en marcha el proyecto de «Toy Story 3», cuyo argumento básico surgió de una tormenta de ideas para la que se reunieron John Lasseter, Andrew Stantosn y Lee Unkrich. La nueva historia creada por los tres, y pulida por el guionista Michael Arndt, ha sido considerada por la crítica de forma unánime como la mejor de las tres, a pesar de la dificultad que implicaba superar las dos películas precedentes del ciclo.

Tan increíble superación es fruto del perfecto equilibrio que Pixar consigue siempre entre modernidad y clasicismo. A la vez que el estudio avanza en el desarrollo de la tecnonología en 3D, con tal de lograr que no se aprecia diferencia entre los personajes humanos y los muñequitos parlantes en movimiento, utiliza la animación para recrear a escala momentos cumbres del cine de género de todos los tiempos.

¿Los juguetes tienen sexo?

Hay homenajes al western, a «La guerra de las galaxias» y, sobre todo, a «La gran evasión». Mientras otros estudios sólo se atreven a hacer parodias de películas conocidas, Pixar trabaja para atrapar la grandeza del cine de aventuras con toda su genuina emoción, hasta el punto de que el espectador se olvida de que está viendo una película de animación y cree encontrarse ante una ficción con imagen real.

La regla de oro es no limitar el mercado a modas pasajeras, razón por la que Lasseter no ha caído en el error de dejarse arrastrar por la corriente de la sobreexplotación del 3D, aprovechando la oportunidad de su nuevo cargo en Disney para fomentar el rodaje de películas en animación tradicional en dos dimensiones. De ahí que «Toy Story 3» esté dedicada a Hayao Miyazaki, con la inclusión entre los nuevos muñecos, a modo de homenaje, de Totoro.

Todos los nuevos juguetes que presenta «Toy Story 3» han gustado tanto como los viejos, gracias a que el vaquero Woody y el astronauta Buzz Lightyear no son despojados de su natural protagonismo. El único que ha creado división es Ken, a quien en la versión original pone voz Michael Keaton. Para sus apariciones estelares Randy Newman ha creado una genial sintonía lounge titulada «Zu-zu». El vestuario del muñeco no tiene desperdicio y pone de relieve su naturaleza ambigua de juguete para niñas, pensado como compañía ideal de la no menos rosácea Barbie.

A alguien podrá chocar la inclusión de la temática del sexismo en los juguetes, pero la película no elude la perspectiva adulta, necesaria para cerrar el ciclo de un modo coherente desde el punto de vista argumental, suponiendo que el formato de trilogía sea definitivo, como así parece. En esta tercera película se ha cuidado especialmente el diseño del humano protagonista, debido a que Andy ya no es el niño de 1995 y es un joven universitario. Su desarrollo físico, con el consiguiente cambio de facciones, conlleva también una mirada nostálgica hacia unos juguetes que forman parte de su pasado.

Hay un amigo con infinitas canciones en Randy Newman

La de los Newman es la familia de compositores para cine más extensa, pero Randy Newman es el más conocido por sus canciones. Durante la segunda mitad del siglo pasado no ha habido cantante que no haya querido interpretar alguna de sus composiciones. Pixar le debe buena parte de su éxito y, a cambio, Randy ha recibido el definitivo reconocimiento. Aunque ganó el Óscar con «If I Didn't Have You», de la película «Monstruos S.A.», la preferida de niños y mayores es «You've Got a Friend in Me», un clásico asociado para siempre a «Toy Story». En la tercera entrega lo cantan Gipsy Kings y «Hay un amigo en mi» suena agitanado.

M.I.

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