Cuando se escriba la historia sobre la derrota de EEUU y sus aliados en Afganistán, muchos pasajes de los documentos secretos publicados conjuntamente por Wikileaks, «The New York Times», «The Guardian» y «Der Spiegel» ilustrarán las notas a pie de página de esa gran lección militar y política con la que se ha abierto el siglo XXI. Habrá quien piense que aún es demasiado pronto para «vender la piel del oso», que todavía no se puede afirmar que las fuerzas ocupantes no tienen nada que hacer en Afganistán. Lo cierto es que la propia Administración norteamericana parece haber admitido que lo único que le queda por hacer a partir de ahora en esa guerra es vender una derrota como una victoria. Algo que se le está complicando terriblemente tras filtraciones como las conocidas ahora. Ese conjunto de documentos internos del Ejército norteamericano muestra una situación militarmente insostenible, políticamente inmanejable y económicamente ruinosa. También reflejan el drama humano que supone toda guerra, sólo que en este caso agravado por, entre otras cosas, la existencia de comandos especiales dedicados a realizar «atentados selectivos» que han devenido en ataques indiscriminados.

Para los pocos medios de comunicación occidentales que han ido informando de la situación que se vivía en la región a partir de las noticias sobre ataques contra la población civil, sobre la fuerza de la insurgencia, de los análisis sobre la implicación de los servicios secretos paquistaníes y, sobre todo, desde la convicción de que esta ocupación era un error, las informaciones aparecidas ahora sólo son una confirmación de lo que ya se intuía. No obstante, desde el punto de vista de la opinión pública de los respectivos países en los que se han publicado los documentos, los más fuertemente involucrados en Afganistán, la filtración supone una bomba de incalculables consecuencias. En este sentido, la acusación de la Casa Blanca contra Wikileaks por «poner en riesgo» la vida de sus soldados resulta irresponsable y obscena. Si algo demuestran los documentos publicados es que la vida de esos soldados está en riesgo permanente y que su presencia en Afganistán no tiene sentido alguno.