«Egunon!!! Me pongo en marcha... ¿Que tal lo pasastéis ayer? Fue increible, ¡muchas gracias a tod@s! Por cierto, en esta página, hemos superado las 1.000 personas, no se cómo agradeceros vuestro apoyo... GORA CELEDON !!». Lo dejaba escrito Gorka Ortiz de Urbina a eso de las diez de la mañana de ayer en la fanpage abierta por él en Facebook. Así es, el aldeano gasteiztarra se ha subido al carro no de bueyes, como hicieron ayer los de la cuadrilla de blusas Batasuna, sino a las nuevas tecnologías. Madrugón para él, en el día después de la bajada, como para todo aquel que se precie y se vista de blusa o neska. Había quienes a esas horas se guiaban por un incomprensible GPS para llegar a casa y cabecear unas horas; pero un blusa se debe a su día, el de la Virgen Blanca, y a su cuadrilla.

Pero como cada 5 de agosto, hay un espacio horario, una especie de crepúsculo, de hora bruja, donde sentimientos y estados de ánimo confluyen para deparar imágenes tan inverosímiles como la estampa que ofrecía ayer un filosófico gaupasero fumando un canuto mientras se apoyaban en la imagen del santo que acababa de ser portada por algunas calles del Casco Histórico hasta la iglesia de San Miguel. Y es que durante el Rosario de la Aurora todo es posible.

Todo comienza a las siete de la mañana y alcanza su punto álgido una hora después con la misa ante una plaza abarrotada de fieles o no, pero todos guardando un pactado silencio, ajeno a los últimos coletazos de la noche de las calles de alrededor. A medianoche, la procesión de los faroles; al alba, el Rosario de la Aurora. Y así desde 1897. La devoción mostrada ayer por miles y miles de gasteiztarras no fue menos, a pesar de la fresca mañana a la que había precedido algún chaparrón nocturno.

En la misa pontifical posterior, el obispo de Gasteiz, Miguel Asurmendi, volvió, como el año pasado, a arremeter contra la Ley del Aborto, a la que calificó de «inicua», al considerar que «pretende darnos un derecho que no tenemos sobre la vida del no nacido». Además, destacó que, en un momento de «crisis económica y moral» como el actual, es necesario «devolver la dignidad de todos los seres humanos».

Entre tanto, en el exterior, la hornacina que guarda en la balconada la imagen de La Blanca se convirtió durante toda la mañana en un peregrinar de blusas y ciudadanos anónimos que se detenían ante la patrona, bailaban un aurresku, depositaban flores o se retrataban delante de aquel vergel o de la estatua de Celedón. Y todo, ante una plaza de la Virgen Blanca atestada de gente en una mañana con nubes, pero soleada al mismo tiempo. La plaza llena pero también sus aledaños, como la calle Dato, la Plaza Nueva, las trajinadas calles del casco antiguo o rincones de obligada parada como la plaza del Matxete.

Aquí, recinto donde los bertsolaris y sus seguidores tienen su rinconcito, la comisión de Blusas y Neskas comparte ese protagonismo con la txosna instalada y donde la moneda de cambio son los «celedones», los bocatas son más largos que la infancia de Heidi y los pinchitos de «champis» estaban para repetir y no parar.

Neskas por aquí, Blusas por allá, mucho marianito y rabas en las atestadas terrazas de los bares, ajetreo interminable tras las barras, música de las fanfarres o de grupos callejeros, las tiendas de chinos haciendo el agosto entre los blusas que buscan algo de atrezzo, las pistolas de burbujas que son el juguete ambulante del verano, los gigantes sobresaliendo sobre las miles de cabezas en la Virgen Blanca... Era el día grande en Gasteiz, donde la vertiginosa y madrugadora mañana dio paso a la comida en familia, porque la tarde seguía siendo demasiado larga, a base de paseíllos, toros, folklore, visita a las txosnas y los conciertos y verbenas.

El día después de la bajada

Todo fueron parabienes en el día después de la bajada de Celedón, aunque a algunos les pareciera un poco ``sosa'', porque no pasó nada más allá de lo de siempre. Hasta la práctica del tiro con corcho a las autoridades en la balconada o a los municipales ha perdido fuelle. «Es que desde que no está Alfonso Alonso de alcalde no es lo mismo», se quejaba algún gracioso.

Lo que sí agradeció Celedón y su cohorte de blusas y neskas que lo protegió fue la conducta de la gente al cruzar la plaza. Lo hicieron en tiempo casi de récord, 4 minutos y 20 segundos tardaron. «Se me hizo corto», decía una neska al acabar. Paseo triunfal y fugaz, sin discurso posterior, y es que hasta los servicios de limpieza recogieron muchos menos kilos de vidrio, entre mil y dos mil botellas menos que el año anterior. Y, encima, recogidas en tiempo también de récord, porque «o te quitas o te quitan», como se quejaban mucha gente cuando trataba de abandonar la plaza por algunas calles adyacentes.

Eso sí, una vez más el anticolofón lo puso Euskal Telebista, canal que al concluir su Teleberri nocturno del martes se despidió con una sucesión de imágenes de la bajada mientras de fondo sonaba la música de... la Retreta de San Prudentzio.