
Iker Bizkarguenaga Periodista
Entre pir�manos y mandados
Es normal que los vecinos de Regina Maiztegi flipen. Debe ser impactante enterarse por la tele de que la persona a la que has saludado por la ma�ana en el rellano, como cada d�a, en realidad lleva meses huida. Y m�s a�n que te la encuentres dos d�as despu�s en el supermercado cuando en el Teleberri no han dicho nada de que la hayan soltado. Pues s�, para flipar.
Supongo que a los vecinos de Zugaitz Izagirre les pasar� tres cuartas partes de lo mismo, aunque le vieron escapar con su familia en chancletas y bermudas en direcci�n a la discreta y poco concurrida localidad de La Pineda. Una fuga en toda regla.
Los polic�as que abordaron y detuvieron a la estupefacta vecina de Soraluze le dijeron que eran unos mandados y que no intentara razonar con ellos, que eso no era lo suyo. Poca novedad por esta parte. Lo normal en esa vocacional profesi�n es ser un mandado. Ah� est�n ellos, para lo que sea. Literalmente.
A quienes se les presume algo m�s de capacidad de decisi�n es a los periodistas. Aunque alguno argumentar� que tambi�n es un mandado para explicar las barbaridades a las que estamos asistiendo. La excusa suena hueca. Uno lleva ya varios a�os en esto y sabe que a algunos colegas la dignidad profesional y personal les pesa bastante poco si al otro lado de la balanza hay dinero y una carrera meritoria. All� ellos y ellas. Pero una cosa es decir que los turistas est�n encantados con el Gobierno de L�pez y otra lanzar mentiras y esconder verdades que afectan a la vida de muchas personas. Hay cosas que no deber�an caber en esta profesi�n, aunque uno sea un mandado.
Menci�n aparte merecen aquellos que no s�lo obedecen, sino que se ponen en primera l�nea y ejercen de pir�manos con pluma y micr�fono para intentar arrasar sistem�ticamente cualquier brote de esperanza que intenta asomar en este pa�s. Esos que le dicen a Ares qu� tiene que poner en sus notas de prensa. A esa gente hay que decirle que puede ahorrarse el esfuerzo, que por mucha gasolina que echen al fuego, este �rbol es de piedra. Y que a su fogata le va a caer un chaparr�n.