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ANALISIS Compleja zona de influencia

Rusia afianza su presencia en el geoestratégico sur del Cáucaso

El autor analiza la situación en el sur de la convulsa región del Cáucaso, donde diversos actores buscan asentar su presencia para controlar una zona de gran interés geoestratégico y donde Rusia ha vuelto a afianzar su hegemonía, tras la victoria militar de hace dos años sobre Georgia.

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Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Históricamente la región conocida como Cáucaso Sur ha sido centro de luchas y movimientos entre potencias. Rusia, Irán y Turquía han buscado el dominio de la zona y, recientemente, EEUU se ha sumado a esa pugna. Si esa competencia dota ya de una peligrosa explosividad a la zona, las diferencias y enfrentamientos entre las repúblicas Georgia, Armenia y Azerbaiyán añaden más tensión a la situación.

El aniversario de la guerra entre Georgia y Rusia ha servido para que Moscú demuestre su decisión para expandir en ese área su influencia y control, al tiempo que deja claro a la OTAN la seriedad de su apuesta y que difícilmente aceptará una región bajo la bandera de EEUU y sus aliados occidentales. La guerra de hace dos años se centró en un primer momento en el enfrentamiento armado entre Rusia y Georgia, pero los dirigentes del Kremlin tenían clara su estrategia global.

Por un lado, frenaban las aspiraciones de la OTAN de atraer a nuevos socios, a través del ingreso de Georgia. Los dirigentes georgianos pecaron de ingenuos o de prepotentes al creer que su ataque contra Osetia del Sur contaría con el respaldo militar de sus deseados socios, porque la intervención rusa frenó cualquier intento occidental de embarcarse en una peligrosa escalada bélica. Al mismo tiempo, Rusia lanzaba a otras ex repúblicas soviéticas un clara advertencia ante cualquier maniobra que pusiera en peligro sus intereses geoestratégicos en la zona.

La victoria rusa quiso mostrar a esos actores la «debilidad» del pacto con la OTAN o de cualquier alianza con el entorno de EEUU y la vulnerabilidad de todo intento futuro en esa dirección.

Las celebraciones rusas en este segundo aniversario han pasado desapercibidas dada la cantidad de frentes abiertos en el país por las catástrofes naturales y también debido a la mala imagen de las Fuerzas Armadas, a las que, a pesar de sus esfuerzos de modernización y de recuperar su capacidad operativa del pasado, buena parte de la población reprocha su incapacidad para proteger sus propias bases y otras instalaciones estratégicas ante los incendios de este verano.

Si los actos públicos han brillado por su ausencia, la capacidad operativa rusa no se ha detenido. Coincidiendo con este aniversario, los dirigentes rusos han anunciado la instalación de un sistema de misiles de defensa aérea en Abjasia y otro tipo similar en Osetia del sur. Esta actuación le permitirá controlar los vuelos sobre el Mar Negro y el corredor aéreo de la región. La noticia ha coincidido con el acuerdo alcanzado por Rusia con Armenia para prolongar la utilización de la base militar de Gyumri más allá de 2044 y el estudio de la posibilidad de instalar sistemas de defensa aérea también en Azerbaiyán.

Rusia ha apostado fuerte por apuntalar su hegemonía en la región, consciente de su enorme importancia geoestratégica, y para ello ha utilizado todo un abanico de instrumentos para intentar recuperar el peso que tuvo en el pasado. Además de los acuerdos militares y el reconocimiento de las repúblicas de Abjasia y Osetia del sur, ya mencionados, Moscú ha explotado en su propio interés las diferencias y los enfrentamientos entre repúblicas, como el el caso de Nagorno-Karabaj, que todavía enfrenta a Armenia y Azerbaiyán.

Pero, además de Rusia, hay otros actores que buscan su sitio en el sur del Cáucaso. EEUU ha intentado alianzas en el pasado, como la que lograda con Tbilissi, pero su incapacidad para frenar al avance ruso le ha hecho perder muchos enteros, y esa situación la están aprovechando Turquía e Irán para incrementar su influencia en la región.

La tensión entre Ankara y Erevan ha llevado a los dirigentes turcos a volcarse en Azerbaiyán y Georgia, territorios clave para el gaseoducto que permite transportar el gas azerí hasta Turquía y con el que pretenden frenar su dependencia energética de Rusia o Irán.

Teherán hace tiempo que ha puesto también sus ojos en la riqueza energética de su vecino, sin olvidar que a día de hoy hay más azeríes viviendo en Irán que en Azerbaiyán (otro capricho de la política colonial de Occidente), lo que a veces provoca serias dudas sobre el papel de Irán.

Y en esa carrera por hacerse con el «control» energético no hay que olvidar a Rusia, que daría un duro golpe a sus adversarios occidentales si consigue sumar las exportaciones azeríes a su basto complejo energético.

En este complejo escenario hay dos nuevos estados que parecen quedar relegados a los intereses de terceros países. Si tras la guerra de hace dos años, Rusia concedió carácter de jure a la independencia de Abjasia y Osetia del Sur (que ya eran de facto dos enclaves independientes de Georgia), sus caminos no parecen seguir el mismo guión.

Osetia del Sur estaría buscando su unión con Osetia del Norte para poder integrarse en la estructura institucional del Estado ruso, mientras que Abjasia sí estaría apostando seriamente por su viabilidad como Estado independiente en el tablero internacional, favorecido por su gran potencial turístico, al ser considerado uno de los parajes más bonitos de la zona, y su importante producción agrícola.

Es cierto que Abjasia necesita mejorar mucho sus infraestructuras y vías de comunicación y que la presión de Georgia le obliga a mantener la presencia rusa en su territorio, aunque cada vez son más los abjasios que demandan el control sobre todos los ámbitos y rechazan cualquier injerencia extranjera a medio o largo plazo, pero si definitivamente todos los actores involucrados reconocen y aceptan la voluntad de su población se pueden abrir las puertas a la estabilidad y al desarrollo del conjunto del Cáucaso Sur.

Lo que nadie pone en duda es que estos dos territorios difícilmente volverán a integrarse en Georgia. Un analista decía recientemente que es un sinsentido, «hipocresía en el mejor de los casos o ignorancia suicida en el peor», que británicos y estadounidenses hablen de «restaurar la integridad territorial de Georgia».

Se empiezan incluso a oír algunas voces en Europa que muestran su convencimiento de que Abjasia pueda convertirse en un pequeño Estado independiente y próspero que mantenga relaciones normalizadas con sus vecinos, con Rusia y con el resto del mundo. Las mismas fuentes que defienden el diálogo como vía para la resolución de los conflictos también en esa región, una fórmula que sin duda alguna conferiría otro carácter a la explosiva situación del Cáucaso Sur en su conjunto.

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