CRÓNICA En la ría de Bilbao
Los catalanes también ríen con las caídas en la cucaña
Ayer fue el día para sudar la gota gorda en las actividades preparadas. Tanto la cucaña como el aerobithon hicieron reír a los bilbainos que se acercaron al Arenal. Las caídas y la descoordinación de movimiento estaban aseguradas.
Janire MENDIETA
Todo estaba listo para que a las cuatro y media empezaran las olimpiadas super-carro entre comparsas. Pero los bilbainos se lo pasaron muy bien en las comidas populares y la digestión se alargó tanto, que se anuló. Los que tenían ganas de reírse con las pruebas con huevos, los «katxis» de agua en la boca, el impulso al carro con saco y las carreras de piernas atadas se quedaron con las ganas.
Pero hubo más posibilidades para poder reirse. La cucaña dejó impresionados a algunos catalanes que se paseaban por la fiestas. Al principio sorprendidos por la prueba y después con ganas de ver las caídas, se rieron al son de todos los públicos.
Algunos se acercaron a la orilla del Nervión para ver los preparativos. Incluso unos jóvenes participantes veían cómo comparseros de Altxa Porrue, Satorrak o Xukutza impregnaban el palo con aceite. Unos deseaban que echaran más aceite. Pero otros tenían miedo, «quizás llegue al primer banderín, pero no al tercero» comentaba un joven con sus amigos.
Caída antes de la valla
Sobre las 17.30 ya estaba todo listo para que las caídas y las risas dieran comienzo. La cucaña engrasada, los tres banderines en la punta, los alrededores de la ría a rebosar, los fotógrafos preparaban sus cámaras para capturar el mejor momento, el público con agua, coca-cola y cerveza y los participantes empezaban a quitarse las zapatillas, calcetines y camisetas. Para algunos, unas buena manera de desprenderse del sudor y el calor del cuerpo.
Antes de empezar la prueba, unos chavales que participaban por primera vez explicaban sus temores. «Yo creo que me voy a caer antes de la valla», «yo en el cemento» le contestaba otro. Hasta que el más bilbaino de todos sentenció «aquí no hay suerte, voy a ganar yo y punto».
«Bienvenidos al IV. Concurso de cucaña que empezará con máxima puntualidad» ironizaba la locutora de la prueba.
Un bilbaino llamado Edgar fue el primero en saltar a la cucaña y en caer de ella. Tres pasos fueron suficientes para que se empezaran a oír las primeras risas. Tania, la segunda concursante, y amiga del primero, lo hizo mejor, pero no logró llegar al primer banderín.
Gorka, el cuarto participante y el más valiente de la comparsa Zaratas (como ellos mismos gritaban), fue el que a punto de caerse, se tiró en plancha para coger el primer premio y lograr una ovación de los asistentes.
El público se emocionó con el siguiente concursante que casi consigue atrapar el segundo banderín. Pero era demasiado rápido, comentaban algunos asistentes.
Nacho, puso más difícil la prueba cuando tocó el segundo banderín pero lo bajo, de forma que era casi imposible cogerlo. Aun así, otro participante lo subió hacia arriba para que Ander lo cogiera.
Cuando empezaba la segunda vuelta, Edgar, el primer concursante corrió hasta el final, se agarró de la punta de la cucaña, y tras tres volteretas, algo de daño e impresión de todo el que allí estaba, agarró el tercer banderín con todas sus fuerzas. «Era la primera vez que lo hacía. En la primera vuelta me he caído nada más ponerme en el palo y ahora por suerte o no se como ha sido, lo he conseguido. Ahora invitar a los amigos a cubatas» aseguraba emocionado.
El pregonero Isidro Elezgarai, como todos los demás quedo asombrado por la hazaña del campeón. Y así lo demostró, «el salto del chaval me ha parecido impresionante. Ya le he dicho que es una ardilla, como ha corrido por el palo engrasado y como se ha tirado en el último momento. Estar así de ágil es la edad».
Tacones y zapatillas
Después de la cucaña llegó el momento de hacer un poco de ejercicio con el aerobithon. Niños, jóvenes y adultos tomaron parte de esta actividad. Todo valía: chándal, vaqueros, pantalón corto, falda, tacones, zapatillas, sandalias y botas.
Los más pequeños se pusieron delante y detrás había gente de todo tipo, con el pregonero como invitado.
Cuando la música comenzó, los espectadores comentaban los movimientos de los bailarines bilbainos. «Quitando a dos, lo están haciendo muy mal», señalaba uno. No era de esa opinión el pregonero: «Los he visto muy sueltitos y muy bien, sobre todo a los niños».
La monitora se portó bien con los participantes, ya que todos tuvieron descansos para beber agua cada cinco minutos.
Aun así, a algunos les costaba seguir el ritmo. «Estoy resistiendo. Dos días de fiesta y ahora esto, estoy un poco agotado», sufría uno. Otro lamentaba su descoordinación de movimientos. Pero todos juntos lograron seguir el ritmo de la música y sorprender a los mirones.