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Cientos de miles de paquistaníes huyen de la desembocadura del Indo

Las autoridades paquistaníes han ordenado a 400.000 personas evacuar tres ciudades amenazadas por la crecida del río Indo en la región del Sindh, en el sur del país, un mes después del inicio de las devastadoras inundaciones. A ellos hay que sumar otros cientos de miles de personas que huyen de los distritos en la costa del mar de Omán, temerosos de la confluencia de la crecida en el delta con las grandes mareas con motivo de la inminente luna llena.
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Emmanuel DUPARCQ |

Las aguas han comenzado a bajar en el norte y en el centro del país asiático, los más afectados inicialmente por la catástrofe, pero las lluvias torrenciales del Monzón, que persisten, han provocado una crecida del Indo a niveles críticos cerca de su desembocadura, forzando en los últimos días a millones de personas a huir ante nuevas inundaciones en la provincia meridional del Sind.

«Hemos pedido a los habitantes de Sujawal, Mirpur-Bathoro y Daro que abandonen sus casas hacia zonas más seguras», confirmó a la agencia France Presse Hadi Bakhsh Kalhoro, responsable de la administración del distrito de Thatta.

Estas tres ciudades cuentan con una población estimada de 400.000 personas.

El pasado martes, las autoridades advirtieron de que los tres días siguientes serían críticos antes del previsto inicio de la decrecida en Hyderabad, sexta ciudad más poblada de Pakistán con 2,5 millones de personas, y en sus alrededores.

El gran río Indo, que por lo general presenta una anchura de cientos de metros, ha crecido hasta 10 kilómetros de una orilla a otra, según han constatado los periodistas que se han podido embarcar en alguno de los barcos militares que navegan por la zona tratando de convencer a los vecinos para que huyan.

Ayer, las aguas anegaban el asfalto a lo largo de la ruta que va desde Hyderabad a la localidad de Thatta, capital de distrito poblada con 600.000 personas.

Diques a rebosar

A lo largo de todo el trayecto, repleto de damnificados que acampaban a pleno sol o bajo tiendas improvisadas, obreros al volante de bulldozers intentaban consolidar los diques, a escasos centímetros de ser sobrepasados por la crecida.

En las costas del mar de Omán, donde desemboca el Indo, las autoridades temen graves inundaciones en los distritos costeros, ya que en el delta podrían converger las crecidas provenientes del norte y las grandes mareas debidas a la proximidad de la luna llena.

Una interminable fila de tractores, camiones cargados de muebles, autobuses repletos de pasajeros, coches, carros tirados por bueyes y gente a pie desfilaba por el centenar de kilómetros que separa al mar de Thatta: huían de las costas para refugiarse en el norte, llevando consigo sus rebaños.

A ambos lados de la ruta, las planicies parecen un océano marrón del que emergen, de vez en cuando, las cimas de algunos árboles. El Gobierno del Sind no ha informado de víctimas.

Más allá de la urgencia de salvar a la gente del peligro de ahogarse,, Pakistán deberá afrontar, durante los próximos meses y años, la más grave crisis humanitaria de su historia, con un quinto del país inundado y más de 17 millones de personas afectadas. Islamabad ha confirmado hasta ahora la muerte de 1.600 personas. 8 millones de damnificados, 5 de ellos a la intemperie, precisan ayuda urgente.

En Bilawalpur, temen más al exilio que a la miseria que les espera

Sobre un trozo de tierra milagrosamente salvado tras la crecida de Indo, una multitud arrodillada espera la llegada de un barco del Ejército. Bilawalpur, en el sur de Pakistán, sobrevivirá a las inundaciones pero sus habitantes afrontarán la miseria más absoluta.

Sobre la pequeña explanada de la mezquita, convertida en puerto en una localidad rodeada de agua, el general Shawkat Iqbal, impecable su uniforme, toma la palabra.

Tras él, la fértil planicie de Jamshoro se ha convertido en un mar cuyo final no alcanza la vista. «Hemos traído barcos para llevaros a lugar seguro. ¿Queréis venir con nosotros?», pregunta el comandante. «¡No!», responde a coro la multitud. «Una parte -1.000 de 2.500- se ha ido, pero la mayoría se queda. No quieren ni oir hablar de ello», señala Sayed Atahullah Shah, responsable del distrito.

Desharrapados, achicharrados por los 45 grados de un calor húmedo y sin nada que comer de noche en pleno Ramadán, la perspectiva del exilio es aún peor que el infierno que viven. ¿Ir a un campo de refugiados sin garantía de retorno? «Allí no hay ni alimento ni ayuda. Las autoridades no tienen respeto alguno por la dignidad humana», se queja Mohamed Juman.

¿Pasar a engrosar la lista de refugiados en Karachi, monstruo urbano de 17 millones de habitantes ensangrentado por la criminalidad? «La vida allí es cara y no se puede sobrevivir», insiste Haji Gulam.

Y eso que el algodón y el grano que se aprestaban a cosechar está bajo el agua, que tardará al menos un mes en retirarse. Y que es pronto para plantar el trigo de invierno... E. DUPARCK

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