El reto de concretar y materializar la apuesta
Agosto se acerca a su fin y el nuevo curso político llama a la puerta. Un agosto en el que, además de las noticias del período estival, el debate político, la lectura del momento y lo mucho que se está jugando este país se han visto condicionados por provocaciones en forma de contenedores, rumorologías sobre treguas y, desde ayer, la apertura del baile de candidatos. La expectativa política generada por la puesta en marcha de manera unilateral de la apuesta estratégica de la izquierda abertzale, el cambio de paradigma político que supone y sus derivadas en forma de acuerdo y dimensionamiento del independentismo son importantes. Lo suficientemente importantes como para ser el elemento que motiva muchos de los análisis, posicionamientos y movimientos que se están haciendo en este país. La apuesta ha obligado a moverse a todos y sus logros son evidentes. Pero a la vez insuficientes.
La apuesta por el cambio será ganadora si así lo deciden quienes la impulsan, sin esperar a la contrapartida o al cheque de vuelta, sabiendo en todo momento que el principal destinatario de la iniciativa y el último garante de su éxito es la gente de este país. Si se acumula fuerza independentista, implicación internacional, si se avanza en la batalla de la opinión pública, en el trabajo político-institucional, respondiendo a la exigencia que todo ello conlleva, muchos de los bloqueos e inercias que hoy se aprecian cederán. Y cederán en la buena dirección.
Llega el momento de la clarificación y de dejar de marear la perdiz. El nuevo curso político que se acerca exige a todos, y también a la izquierda abertzale, un esfuerzo de concreción de sus objetivos y medios vehiculares en el tiempo y en el espacio político que se abre. Concretar y, sobre todo, materializar. Interpretando y atendiendo las inquietudes y demandas de la gente abertzale de izquierdas. El independentismo de este país lo pide, lo está esperando y se lo merece.