Hildegard Von Bingen se adelantó en varios siglos al renacentismo, motivo por el que es considerada como una de las mujeres más avanzadas de toda la Edad Media. Utilizó el amparo conventual para desarrollar un sinfín de actividades, dejando mucha obra escrita en los más diversos campos del conocimiento. Fue la primera creadora de una lingua ignota, estudió las plantas medicinales y las cosmología. Destacó, asimismo, como compositora musical de obras corales y sinfónicas. Lo más sorprendente es que abandonó la clausura para predicar, una vez que su libro «Scivias», donde recogía sus experiencias místicas, fue reconocido por el Papa Eugenio III.

Fue una visionaria en el sentido más literal de la palabra, debido a que no entraba en trance, ni levitaba, ni tenía estigmas, ni alcanzaba el extásis como Teresa de Jesús. Veía películas mentales, imágenes acompañadas de música y narración, todo ello ocho siglos antes de la llegada del cine. En esas visiones sintió la necesidad de fundar congregaciones religiosas para mujeres, dado que en un principio se vió obligada a compartir conventos de hombres en zonas restringidas y apartadas. Para la Iglesia es una santa, aunque hay que tener en cuenta que en su época una mujer sólo podía estudiar y cultivarse vistiendo los hábitos. Por ser la décima hija en su familia estaba obligada a tomar los votos religiosos, ya que entonces se creía que el décimo hijo equivalía al diezmo que debía ser entregado y consagrado a Dios. De no haber sido así y, pese a ser de estirpe noble, su enorme talento se habría malogrado por culpa de la obligada sumisión de la mujer a su esposo e hijos. En la oscura Edad Media ya no era posible una Hipatia de Alejandria seglar, después de que el cristianismo arrasara con las culturas antiguas.