El paro, presagio de una nueva era
Ayer se conocieron los nuevos datos del paro. Y éste volvió a subir. Se podrá aducir la razón de la precariedad de los contratos estivales; habrá quien defienda que no son datos tan malos en comparación con veranos anteriores. Unos y otros se culparán, y todos se presentarán como los más sensibilizados. Dirán que el paro es un problema, pero coyuntural y solucionable. Paro sí, pero el que aquí se vive, paro sin drama ni trauma.
Efectivamente, hay paro y paro. El primero, breve y rutinario, común en la creación y caída de empresas en toda economía, que algunos sostienen que es un lubricante necesario para que la maquinaria económica funcione. El segundo, crónico y que todo lo corroe, una enfermedad que se expande hasta consumir lentamente a la gente, a las familias, probablemente la más nociva de las enfermedades de nuestra sociedad. Parados no solamente aislados de su entorno laboral, sino de toda interacción social, sin ninguna ayuda mutua ni acción colectiva que alcance a implementar estrategias de creación de empleo. Y lo más doloroso de todo es ver a esos parados convertidos en una especie de balón de fútbol al que todos dan patadas en el juego partidista y el cálculo electoral.
Técnicamente, dicen, quizás haya pasado lo peor de esta gran crisis, pero la era del desempleo masivo y sistémico está probablemente empezando. Y antes de que termine, seguramente cambiará el curso de la vida y marcará el carácter de toda una generación. Y la de sus hijos. Dejará una huella imborrable en los trabajadores vascos. Y, sin duda, distorsionará la política, la cultura y la identidad de nuesta sociedad para decenios. Una era de grandes desafíos e interrogantes que transformará Euskal Herria. Una era que sólo ofrece una única certeza: no habrá recuperación posible hasta que no encontremos un modelo de crecimiento económico completamente nuevo y autocentrado.