Raimundo Fitero
Clembuterol
La carita de susto del ciclista Alberto Contador asegurando que la culpa de su supuesto positivo la tiene, supuestamente, un trozo de carne en mal estado que se comió para «no despreciarla», forma parte de una sucesión de planos y contraplanos que viene creando una película de desprestigio sobre un deporte que solamente puede existir en estas condiciones económicas si tiene presencia televisiva. El dopaje es algo demasiado habitual, y abarca a demasiados estratos de los practicantes como para solucionarse con unas simples declaraciones por muy enfáticas que sean.
Mirando este caso con ojos críticos uno descubre que estamos ante un asunto bastante más complejo, en donde desde una parte, en claro proteccionismo marcadamente patriota, casi irracional, se defiende sin datos, dejando caer la sospecha de que se trata de una conspiración; mientras que por la otra parte, la acusadora, parece que se han llevado las investigaciones con una meticulosidad que se podrían tratar de un exceso de celo, seguramente propiciado por el historial de dopaje que ha estigmatizado al ciclismo mundial en los últimos años, pero con una gran incidencia en los equipos, médicos, laboratorios estatales. Está bajo sospecha, y desde varios periódicos franceses y otras instancias, la fijación parece más que razonable. Es una suerte de campaña, de verter en todo momento dudas sobre cualquier triunfo, y lo que la historia nos corrobora es que han tenido en demasiadas ocasiones razón, porque al final se ha descubierto que ganadores de grandes carreras han dado positivo.
Estamos, pues, ante lo de siempre. La presión publicitaria, la necesidad de salir mucho en la tele, de lograr clasificaciones, ganar banderas, etapas o copas, llevan a que se utilicen productos estimulantes para mejorar el rendimiento. Lo malo es que empieza a ser una costumbre desde las categorías más bajas. Esa es la auténtica alarma social, que se considere normal. El clembuterol, por cierto, es un producto venenoso para el consumo humano. Y está prohibido para el engorde del ganado. Este nuevo caso se resolverá tarde y mal. El daño ya está hecho. La reflexión parece no llegar nunca.