GARA > Idatzia > Mundua

Primera exhumación de restos impulsada por el Gobierno guatemalteco

Oscar René OLIVA (EFE) |

Tras una espera de 28 años, los indígenas guatemaltecos de la etnia awacateka han recuperado la paz con la exhumación de los restos de sus familiares, la primera impulsada por el Gobierno tras la firma de los Acuerdos de Paz de 1996, que pusieron fin a 36 años de guerra.

«Estoy muy contento, mi hermano ya apareció», dijo Isidro Ailón, de 65 años, tras hallar esta semana el cadáver de su hermano Gaspar Ailón y del hijo de éste. Como Isidro, varios awacatekas han conseguido los cuerpos de sus familiares.

Ataviados con capas y paraguas, los vecinos del caserío Agua Blanca I, en la aldea Patzalán del municipio de Aguacatán (Huehuetenango), a unos 300 kilómetros al noroeste de la capital, esperaron pacientemente a que los antropólogos extrajeran a lo largo de esta semana huesos de dos fosas comunes halladas detrás de una escuela pública.

Con un sombrero de paja que por momentos retiraba de su cabeza, Isidro Ailón rompió una y otra vez en llanto mientras los antropólogos, con picos y brochas, extraían los huesos del cementerio clandestino bajo una constante Ab'bal (lluvia en la lengua awacateka).

Pero, pese a la nostalgia que le provoca el brutal asesinato de sus familiares, el indígena awakateko, cuyos pies descalzos muestran las huellas del trabajo en la agricultura, no pudo ocultar su alegría al recuperar sus restos.

«Los militares llegaron a las 11 de la noche del 26 de febrero de 1982 al pueblo, rompieron las puertas y los sacaron por la fuerza, no pudieron escapar», narró al recordar la forma en que dos de sus parientes fueron detenidos y luego asesinados por los militares. Se trataba de su hermano Gaspar Ailón y su hijo del mismo nombre, que fueron hallados a una profundidad de poco más de un metro en una fosa cubierta con una enorme plancha de hormigón.

Francisco, hijo de Gaspar, narró que tenía diez años cuando unos hombres «vestidos de tigre» (soldados con uniforme camuflado) entraron violentamente a su casa y se llevaron a su padre y hermano. «Una hora después los fusilaron a la orilla del río. Nos quedamos huérfanos cinco hermanos y mi mamá. Ha sido difícil y no estoy muy contento porque seguimos sufriendo el dolor como antes, pero Dios nos va a dar el consuelo para quedarnos tranquilos porque el Gobierno no nos ha dado nada», apuntó.

El maestro del lugar, Ricardo Solís, comentó que el caserío de Agua Blanca I está conformado por 160 familias, la mayoría obligadas a integrar los grupos paramilitares creados por el Ejército en los ochenta con la excusa de la guerrilla.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo