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El Nobel de Medicina 2010 reconoce al pionero de la fecundación «in vitro»

El premio Nobel de Medicina 2010 fue otorgado ayer al pionero de la fecundación in vitro, el británico Robert Edwards, más de 30 años después del nacimiento del primer bebé probeta. El galardonado recordó hace años que en su día fue tratado como si fuera un loco.
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El británico Robert G. Edwards, al desarrollar la terapia de fecundación in vitro, posibilitó una transformación radical en el tratamiento de la infertilidad

Sus investigaciones marcan un hito en la medicina moderna y han permitido el nacimiento de cuatro millones de seres humanos con esa técnica y solucionar un problema que afecta a más del 10% de las parejas del mundo que quieren tener hijos.

Edwards (Manchester, 1925) comenzó a interesarse por la fertilización en la década de 1950. El proceso de fertilización in vitro había sido estudiado por primera vez en no mamíferos a mediados del siglo XIX, y casi un siglo después se demostró que óvulos de conejos madurados podían ser fertilizados con esa técnica y dar lugar a embriones. Durante la primera parte del siglo XX, investigadores de medicina reproductiva discutían sobre cómo fecundar óvulos humanos, pero la complejidad del proceso y la insuficiencia tecnológica hacían que no se produjeran avances, hasta que apareció Edwards.

Descubrimientos significativos

Edwards fue realizando descubrimientos significativos: reveló cómo maduran los óvulos humanos, qué hormonas regulan ese proceso, en qué fase son susceptibles de ser fertilizados por el esperma, y las condiciones en que éste tiene la capacidad de fertilizar.

Sus esfuerzos le permitieron fecundar por primera vez un óvulo en una probeta en 1969, aunque esos óvulos no se desarrollaban más allá de una división celular simple. Edwards pensó que óvulos madurados en ovarios podrían funcionar mejor, pero no existía un método para extraer un número suficiente en la fase correcta.

Un artículo del ginecólogo Patrick Steptoe, fallecido en 1988, sobre la laparoscopia, una polémica técnica que permitía examinar los ovarios a través de instrumentos ópticos y de la que era uno de los pioneros, puso a Edwards sobre la pista correcta. Ambos empezaron a trabajar juntos y Steptoe pudo sacar los óvulos de los ovarios y Edwards los fertilizó in vitro, formando embriones precoces.

Sus prometedores avances fueron frenados por las autoridades británicas, que le retiraron la financiación. La oposición de políticos y líderes religiosos fue una constante en esa etapa. A comienzos de los setenta empezaron a transferir embriones fecundados in vitro a los úteros, y tras un centenar de intentos frustrados por abortos y de eliminar el tratamiento hormonal suministrado a las mujeres, apostando por confiar en el ciclo menstrual de las pacientes, llegó el éxito definitivo.

El primer bebé probeta, Louise Brown, nació el 25 de julio de 1978, y con ella, una nueva era en la medicina.

Edwards y Steptoe crearon luego en el Bourn Hall Clinic de Cambridge el primer centro para terapia de fecundación in vitro del mundo.

«de loco»

El laureado, de 85 años de edad y muy cansado para comentar el premio, recordó hace años que fue tratado de loco. «Nadie quería tomar riesgos éticos . Me llegaron a decir que los niños no serían normales».

el ausente

Su estrecho colaborador, el ginecólogo Patrick Steptoe, murió en 1988. El premio puede extenderse a su labor, aunque los Nobel nunca se otorgan «post-mortem».

crítica vaticana

«Sin Edwards, no habría un mercado en el que se venden millones de ovocitos ni congeladores llenos de embriones», declaró a la agencia ANSA Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Academia Pontificia para la Vida.

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