CRíTICA cine
«Wall Street, el dinero nunca duerme»
Koldo LANDALUZE
Lo que podía haber sido una oportuna radiografía de la crisis económica actual, se ha transformado en un oportunista remake con el que Oliver Stone ha querido prolongar el gran éxito que cosechó en el 83 con “Wall street” utilizando la vía fácil de la complacencia. Resulta inevitable no rememorar la temible caracterización que Michael Douglas compuso del tiburón de las finanzas Gordon Gekko y la puntillista radiografía que ejecutó de un modelo profesional al que mucha gente se quiso abonar. Los brokers de Wall Street se asomaron a la gran pantalla ejerciendo lo que son: bestias sin escrúpulos, vampiros económicos ávidos de dinero y poder. Las consecuencias de aquel boom bursátil de los 80 se han reconvertido en una pesadilla que convulsionó levemente los cimientos del capitalismo y ha repercutido negativamente en los bolsillos del ciudadano anónimo. Los «hijos» de Gekko siguen observando el mundo desde sus atalayas bursátiles y viven en su burbuja ajenos a los males del común de los mortales.
En esta escenografía, el viejo Gekko sale a la calle, cumplida su condena de prisión. Los años lo han cambiado y el otrora temido broker es ahora un padre que busca la redención y el cariño perdido de su hija. Es cierto que a lo largo de la trama el tiburón financiero asoma su deteriorada dentadura y lanza dentelladas en formato de venganza, pero todo en “Wall Street, el dinero nunca duerme” suena a demasiado complaciente porque Stone no ha querido ahondar en las míseras provocadas por una economía que ha clamado el «sálvese quien pueda». La excelente caracterización de Douglas y los constantes guiños al filme original resultan muy poco bagaje para un conjunto muy dubitativo, atrapado en una fastuosa producción que eclipsa las tímidas intenciones de una historia que sacrifica los elementos más interesantes en beneficio de una artificiosa redención final; una redención en la que predominan los buenos sentimientos mostrados por un modelo empresarial que ya hace mucho tiempo vendió su alma al diablo.