Koldo Campos | Escritor
Triste destino
Ring Paulino había nacido en Sudán. Cierto que nacer en África no sólo es un hecho natural, requiere también alguna dosis de fortuna porque no siempre hay una partera cerca o se dan las condiciones que garanticen el feliz alumbramiento. Sin embargo, el bebé de pugilista nombre, como si anticiparan sus padres el cuadrilátero de golpes que le esperaba, sobrevivió a su nacimiento. También logró dejar atrás su infancia, a pesar de la tradicional escasez de la cuchara, y sobreponerse a toda clase de enfermedades. Ni siquiera los pesticidas o el agua contaminada doblegaron su vida. A Ring tampoco se lo comió un cocodrilo, lo aplastó un elefante o fue conejillo de indias de alguna farmacéutica europea. Inmune a las guerras que asolan su país, un mal día cayó preso pero, cuatro años más tarde, eludiendo alambradas y perros pudo darse a la fuga.
A pie cruzó Sudán, subió y bajó montañas, siempre hacia el Norte, hasta cruzar el Nilo y llegar a El Cairo. Evitó entonces los controles aduaneros, engañó al hambre de nuevo, despistó a la policía, trabajó en lo que pudo y, finalmente, logró embarcarse como polizonte en un carguero rumbo a los Estados Unidos.
Tras una interminable odisea, aguantando el calor, casi sin alimentos, oculto siempre para no ser descubierto, ocho mil millas más tarde Ring Paulino llegó a su destino.
Muy poquito después de su arribo a la tierra prometida, informaba la prensa, Ring Paulino Deng era asesinado en Nashville, Tennessee, tras una discusión por un parqueo, en el edificio de apartamentos en el que comenzaba a morir su nueva vida.