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La asimilación jordana amenaza la identidad de los refugiados palestinos

Jordania es el país que más refugiados palestinos acoge. Oficialmente, según la Unrwa, son casi dos millones, pero algunas fuentes más realistas elevan su número hasta los cuatro millones en un país que no llega a los seis millones de habitantes. Pese a su importancia demográfica, el reino hachemita está llevando a cabo una política de asimilación de los palestinos que ha diluido su reivindicación.

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Martxelo DÍAZ I

Los refugiados palestinos que residen en Jordania tienen mejores condiciones de vida que sus compañeros de Líbano. El Gobierno de Amman les ha concedido la nacionalidad y el pasaporte jordano y no tienen vedado el acceso a determinadas profesiones como en el país de los cedros.

Sin embargo, su situación está lejos de ser idílica. Jordania impide el uso de la denominación «palestino» e impone la de «jordano», pese a que los orígenes familiares se sitúen al otro lado del río Jordán.

Amman lleva a cabo un intenso proceso de asimilación para diluir la identidad palestina e imponer la jordana. De hecho, la bandera palestina está prohibida y no se ve, a excepción de los comercios destinados a turistas situados en las inmediaciones del Teatro Romano, en pleno centro de la capital jordana. «Durante el Mundial de Fútbol, se vieron banderas españolas en las calles. Sin embargo, nosotros no podemos sacar nuestra bandera, la palestina», comenta a GARA Thamer, un refugiado palestino.

Mientras, la bandera jordana, muy similar a la palestina pero con una estrella blanca, es omnipresente. Aparece en todos los comercios, junto al retrato del rey Abdallah II. Y también en los diez campos de refugiados oficiales que existen en Jordania. Muy visible. Como la que se ha colocado en el campo de Jabal al-Hussein (la montaña de Hussein), una de las siete colinas que conforman Amman y que se puede ver casi desde cualquier punto de la capital jordana.

Junto a la bandera jordana, hay otro elemento que permite distinguir claramente que se entra en un campo de refugiados palestinos: los destacamentos de Policía que circundan los asentamientos. Pese a la aparente calma, el Gobierno jordano tiene fresco el recuerdo del denominado Setiembre Negro, en el que guerrilleros palestinos que pretendían convertir a Jordania en punta de lanza de su ofensiva contra Israel se enfrentaron al Ejército jordano en 1970. El rey Hussein vio el peligro de perder el control del país ante los palestinos y consiguió expulsar a los dirigentes de la OLP pertenecientes a Al-Fatah, FPLP y FDLP, con Yaser Arafat a la cabeza, hacia Líbano.

Desde entonces, el rey Hussein llevó a cabo una política prooccidental y de acercamiento a Israel que culminó con los acuerdos de Wadi al-Araba, firmados en 1994 y que supusieron el fin de las hostilidades entre el Estado sionista y el Reino hachemita, además del inicio de la cooperación económica.

Como consecuencia, los partidos políticos palestinos no están permitidos. Aunque la situación para las formaciones jordanas tampoco es que sea idílica puesto que no se permitió la actividad de los partidos hasta 1989 y las competencias del Parlamento son extremadamente limitadas. De hecho, el actual lleva meses suspendido y no será renovado hasta las elecciones de noviembre, amenazadas por el boicot del Frente de Acción Islámica, la formación que más votos recibe. Sin embargo, el Gobierno está en manos de Samir al-Rifai, hijo y nieto de primeros ministros y cuyo mayor mérito es haber sido secretario general de la Casa Real. Y es que el nombramiento del primer ministro es una prerrogativa del monarca y no una competencia del Parlamento.

Amoldarse a las normas jordanas

Pese a las restricciones del sistema político jordano, hay formaciones palestinas que intentan llevar a cabo su labor. Es el caso del izquierdista FPLP palestino, que en Jordania adopta el nombre de Partido Popular Democrático Unido de Jordania, también conocido como Al-Wehdeh. Una denominación enrevesada para enmascarar la verdadera identidad de una de las formaciones históricas de la izquierda palestina.

«Pero seguimos siendo parte del FPLP y asumimos los planteamientos del FPLP», proclaman sus dirigentes, que preguntados por su posición ante el agonizante proceso de negociación entre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, responden que la rechazan porque, entre otras cuestiones, no aborda la cuestión de los refugiados palestinos y reivindican su derecho al retorno a su tierra originaria.

La imposibilidad de llevar a cabo de manera normalizada un trabajo político en defensa de los derechos del pueblo palestino tiene su reflejo en que la campaña internacional de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra Israel, que está cuajando y fortaleciéndose en Europa y América, apenas tiene influencia en Jordania. A pesar del importante peso demográfico de la población palestina se han dado pocos pasos, que no han pasado de algunas reuniones.

Las nuevas generaciones de palestinos que viven en Jordania se muestran frustradas ante las trabas para reclamar su identidad y son varias las voces críticas con los partidos que aceptan el tablero de juego marcado por Amman. «Dicen que quieren influir en la política jordana para contribuir en la lucha por la liberación de Palestina. Pero en Jordania no se puede hacer política libremente y participar en las elecciones no nos aporta nada», señalan.

La situación de asimilación de la población palestina en Jordania es de tal nivel que en la labor de resistencia de los refugiados la recuperación de la memoria histórica ocupa un lugar central. Rakan Mahmud trabaja en este campo a través de Palestine Remenbered (Palestina Recordada), un grupo que ha recogido testimonios de la Nakba, el desastre que para los palestinos supuso la creación del Estado de Israel en 1948, que provocó que miles de refugiados tuvieran que abandonar sus hogares. Estos testimonios se cuelguen en su página web en audio y en vídeo para que las nuevas generaciones puedan conocer sus orígenes. El objetivo es recopilar dos o tres testimonios de refugiados originarios de las pequeñas aldeas y diez de los provenientes de las grandes ciudades. De este modo, consiguen que el relato de los hechos sea lo más fiel posible a la realidad.

Así, preguntan a los ancianos refugiados sobre cómo vivían bajo el Mandato británico, qué recuerdan de la época en la que la ONU decidió dividir Palestina en dos, cómo se produjeron las agresiones sionistas, cómo era la vida en los primeros campos de refugiados...

«Queremos que las nuevas generaciones conozcan todo esto», explica Mahmud, que destaca que su objetivo se está cumpliendo ya que reciben más de 250.000 visitas al mes en la página www.palestineremembered.com y que muchas de ellas envían preguntas por correo electrónico. «La mayoría son menores de 45 años, gente que no vivió esa época pero que quiere saber cuál es su origen. En los últimos tiempos, recibimos muchas visitas de menores de 20 años», añade.

Además del objetivo de mantener vida la identidad del pueblo palestino que se encuentra en la diáspora, Mahmud también destaca que gracias a su trabajo disponen actualmente de uno de los mayores fondos documentales sobre la Nakba. Pese a ello, reconoce que los sionistas comenzaron a difundir su visión mucho antes que los palestinos, por lo que su versión está mucho más extendida en el ámbito internacional. «Por eso es muy importante para nosotros difundir qué es lo que realmente sucedió», recalca.

Gracias a la labor de recopilación de testimonios, Mahmud destaca que han conseguido recuperar aspectos de la historia palestina que hasta el momento eran desconocidos.

Por ejemplo, antes de 1948 las aldeas palestinas gozaban de un mayor grado de autonomía para organizarse que el que existía en otros países árabes del entorno, especialmente porque la mayoría de ellas eran autosuficientes económicamente.

Asimismo, tienen datos de que la política de exclusión racista que mantiene el Estado sionista tiene sus antecedentes en el Mandato Británico. Así, los británicos construían vías de comunicación e infraestructuras en los asentamientos sionistas, mientras que son numerosas las peticiones frustradas de las aldeas palestinas.

Junto a ello, Mahmud destaca que antes de la Nakba no existía conflicto entre religiones en Palestina, según atestiguan la mayoría de los testimonios que han recogido. Había palestinos musulmanes y palestinos cristianos. Y también palestinos judíos, plenamente integrados en sus comunidades. «Muchos de estos judíos palestinos tomaron una postura activa a la hora de hacer frente a la agresión sionista. Algunos fueron los más fervorosos», señala el responsable de Palestine Remembered.

El boicot a israel se denomina lucha contra la normalización

Aunque en Jordania el movimiento BDS de boicot a Israel organizado a nivel internacional es apenas incipiente, existe desde hace años el Comité Antinormalización. Según explica a GARA Hadi Khetan, responsable de este grupo, uno de sus objetivos es la derogación del Acuerdo de Wadi Araba, firmado entre Israel y Jordania, «que ha convertido a este país en uno de los principales soportes del Estado sionista, que invierte grandes sumas en la zona de libre comercio de Aqaba».

Junto a ello, actúan contra los intereses estadounidenses y denuncian los ataques a otros países árabes, como Irak. M.D.

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