Moebius, universos oníricos y metafísicos cobran forma tridimensional en París
Trescientas planchas, serigrafías, dibujos, bocetos, proyecciones holográficas y diverso material fílmico, incluido el estreno de un cortometraje en 3D, componen la gran exposición que la Fundación Cartier ha dedicado a toda una leyenda viva del cómic, Moebius.
Koldo LANDALUZE I
A mediados de los 80, en el transcurso del prestigioso Salón del Cómic de Angoulême, tuve la suerte de compartir una breve charla con Jean-Giraud, alias Gir, alias Moebius; uno de los creadores más referenciales del llamado Noveno Arte.
Con la llegada de los ochenta, la época dorada del cómic, se publicó en el Estado español «Metal Hurlant», aquella legendaria revista del Estado francés que vio la luz en el 74 y en la que coincidieron algunas de las mentes y manos más singulares del panorama creativo. Reunidos bajo el sello «Humanoides Asociados», Philippe Druillet, Dionnet y Farkas dieron sentido a un inabarcable universo de posibilidades que no tardó en seducir a Jean-Giraud, el cual gozaba anteriormente de cierto renombre gracias a las ilustraciones que, guionizadas por Jean-Michel-Charlier, dieron forma a las aventuras del Teniente Blueberry. Fruto de aquel breve encuentro en Angulême, en el que Giraud alabó la importancia que han tenido para el mundo del arte las obras de Franquin y Hergé, fue un boceto. De un solo trazo, sin apartar el bolígrafo del papel, Moebius dejó impreso uno de esos personajes que tanto nos apasionan a sus seguidores. Es uno de esos personajes «secundarios» que habitan en sus viñetas y que, siempre silentes y observando al lector, se asoman tímidamente por una ventana o un portal. Ellos, desde su segundo plano, son los encargados de dotar a la historieta de ese extraño halo fantástico que siempre impregna la obra de Moebius.
Adentrarse en el imaginario moebiusiano supone un viaje a través de mundos paralelos tejidos a golpe de sueño y fantasía. Creador de mapas imposibles, este genial artista ha bebido de fuentes inspirativas muy dispares y muy anteriores a sus encuentros con Alejandro Jodorowsky y Carlos Castaneda. Si queremos contar con un punto de partida que dé sentido a este viaje, debemos remitirnos a las influencias literarias que encontró en Raymond Roussel y Boris Vian. Sobre todo en Roussel. En la obra de este poeta, dramaturgo, novelista, músico y ajedrecista parisino que también sedujo a algunos grupos culturales del siglo XX, como los surrealistas, los integrantes del «Taller de literatura potencial» -OuLiPo- y autores de la nouveau roman, encontró algo mágico: el hecho de que el lenguaje e incluso el relato, la estructura seria, sólo están ahí para operar un cambio. Cuando alguien viaja durante noches y noches a un mundo de ensueño, de largo ensueño, descubre que es imposible salir de él. Para Moebius éste es el sueño ideal, el sueño que se intuye mediante los retazos que recogemos al despertar. El propio creador lo expresa de esta manera. «Decidí explorar ese mundo de forma más consciente usando ciertos recursos que me permitían volverme a meter en el sueño. Pero ya no trabajo en esa óptica. En aquella época tenía que ponerme en situaciones alteradoras de la conciencia para aprovechar los patinazos de la realidad que la mente no hubiera ordenado».
Para Jean Giraud, adentrarse en esta especie de madriguera que lo trasladaba a su metafísico «País de las Maravillas», suponía toda una odisea alucinógena: «Comprendí -recordaba el autor- que mi trabajo a ese nivel había concluido el día en que dispuse de tal cantidad de información -gracias a la ayuda de cosas como la yerba, etc...- que, o continuaba por placer o me tenía que detener para explorar los niveles que la yerba me había permitido entrever pero que al mismo tiempo me impedía contactar directamente. Tenía que dejarlo en el umbral».
De París a México
Nacido en el suburbio parisino de Nogent-sur-Marne en el año 1938, Giraud se aficiona al mundo del cómic desde muy temprana edad y, al igual que mucha gente, contemplando los libros ilustrados que leía cada vez que debía guardar reposo en la cama convaleciente de alguna enfermedad. Los viajes fantásticos de Julio Verne le guían hasta la Academia de Artes Aplicadas de París en cuyos pasillos topará con dos jóvenes artistas con los que entablará una primera y gran amistad: Jean-Claude Mézières y Pat Mallet. Sus primeros dibujos aparecen en la revista Coeurs Vaillants y a la edad de dieciséis años, se produce un punto de inflexión en su vida: Su madre se casa con un mexicano y se trasladan a su país natal. A la sombra de los templos mayas, Giraud se deja llevar por la marihuana y el jazz moderno que espolea sus primeras pinturas.
De regreso a París, se inicia profesionalmente en la revista «Fart West» donde dibuja la serie «Frank et Jeremie» y se convierte en un alumno aventajado del maestro Jijé con quien trabajará en el álbum «Jerry Spring». Su pericia a la hora de retratar la escenografía y personajes del Salvaje Oeste, le permiten iniciar uno de sus proyectos más recordados: la serie que, guionizada por Jean-Michel Charlier, lleva por título «El Teniente Blueberry».
En un intento por buscar aires nuevos, abandona los polvorientos escenarios del desierto norteamericano y se convierte en un infatigable lector de ciencia ficción. Fruto de ello es el cambio radical que se observa en su estilo e intenciones y será en la revista «Hara-Kiri» cuando aparece, por primera vez, su seudónimo más recordado, Moebius.
El propio creador explicó de esta manera esta especie de bifurcación creativa: «Para inventar algo sobre mí mismo que fuera más allá de mí mismo. Moebius no está detrás, sigue una existencia paralela a la mía». El año 1974 es otra fecha señalada en su vida porque ingresa en la plantilla de «Humanoides Asociados» y participa en la creación de una de las mejores revistas de cómic, «Métal Hurlant». Este mundo único e irrepetible de viñetas en constante proceso de cambio le permitió dar rienda libre a su fantasía y se convertirá en un arquitecto de ciudades imposibles en las cuales se desarrollaban todo tipo de historias de ciencia ficción onírico-existencial. Su lápiz dotó de vida obras tan señaladas como «Arzach» y «The Long Tomorrow» -guionizada por Dan O´Bannon-.
Un buen día, allá por el 75, cae en sus manos un libro del polifacético chileno Carlos Castaneda y se embarca en la creación de la que será una de sus obras maestras, «El garage hermético». En ella, el Mayor Grubert viaja en compañía de un singular grupo de personajes a través de su mundo, un asteroide perdido en el espacio cuyo interior alberga tres niveles completos repletos de ciudades, desiertos y todo tipo de paraísos artificiales. Fiel a sus primeras intenciones, Moebius se construyó un mundo a su medida en el cual cobraron forma todo aquello que topó en sus viajes alucinógenos.
Jean Giraud siempre ha mantenido una relación amor-odio con el cine. Su primer coqueteo con este medio fue por mediación de Alejandro Jodorowsky, cuando ambos participaron en el diseño creativo que debía tener la primera versión de “Dune”, diametralmente opuesta a la que dirigió David Lynch en el 84. Otro de los proyectos que nunca pudo completar fue “Internal Transfer”; un largometraje de animación tradicional dirigido por Arnie Wong, el cual conoció a Giraud cuando ambos trabajaron en “Tron” (1982). Tres años antes, Ridley Scott había solicitado sus servicios para que diseñara los trajes espaciales que vestían los protagonistas de “Alien, el octavo pasajero”. “Willow” y “El quinto elemento” son otros de los proyectos en los que ha participado un Moebius que, finalmente, ha visto cumplido su gran sueño de llevar a cabo un proyecto animado y en 3-D concebido, dibujado y codirigido por él mismo, “La Planète Encore”.K. L.