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La perspectiva del tiempo pasado no despeja la incertidumbre sobre el futuro

En estos momentos, el contenido literal del acuerdo suscrito por el PNV con el PSOE tiene mucha menos relevancia que la que pueda alcanzar el recorrido que están dispuestos a hacer juntos ambos partidos en las cuestiones de fondo que se están moviendo en los últimos tiempos en Euskal Herria. Afirmar ahora, como hizo ayer mismo Iñigo Urkullu, que hay que analizar ese acuerdo con la perspectiva «desde hace 31 años al día de hoy» pone de relieve, por un lado, que el PNV no había podido cumplir con la palabra dada hace tres décadas a una parte de la sociedad vasca, al defender la «capacidad de autogobierno» de las instituciones de la CAV y, por otro, la nula voluntad del Estado español, estuviera gestionado por el PSOE o por el PP, de cumplir con lo establecido en el denominado Estatuto de Gernika.

Por ello, ateniéndonos a la transferencia de competencias, al mero traspaso de la gestión del Estado al Gobierno autonómico, una vez más se puede decir que la montaña jeltzale ha parido un ratón. Como han destacado muchos analistas de medios españoles y algún que otro dirigente del PSOE tras la firma del acuerdo, éste puede ser interpretado como la constatación de que el PNV abandona «la vía Ibarretxe» y «vuelve a Guernica». Ése parece ser el eje sobre el que pivotará durante los próximos días la justificación del pacto por parte del PSOE y del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El viejo argumento de que se ha logrado «moderar» las aspiraciones políticas de «los nacionalistas» para que contribuyan al «buen gobierno de España».

Por su parte, el PNV no renuncia a ser el abanderado de «la estabilidad institucional» -desde Madrid a Lakua pasando, conviene no olvidarlo, por las diputaciones de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa-, e incluso enfatiza en su capacidad para «arrimar el hombro» en tiempos tan difíciles con el objetivo de intentar superar la crisis económica. Al mismo tiempo, intentará hacer calar en la sociedad vasca el mensaje de que, con este acuerdo, la CAV va a contar con nuevas herramientas para afrontar en mejores condiciones las consecuencias de esta crisis global. Curiosamente, este segundo argumento será empleado como arma arrojadiza contra su socio si el Ejecutivo de Patxi López no logra resultados palpables -por ejemplo, en cuanto a la tasa de personas desempleadas- en lo que le queda de legislatura.

Consecuencias directas

Más allá de la batalla dialéctica que pretenden desatar el PP y sus acólitos mediáticos -con mensajes apocalípticos como el de «Zapatero vende España al PNV»-, está claro que el Gobierno del PSOE ha superado una situación muy difícil a mitad de legislatura y ha ganado tiempo para seguir buscando «brotes verdes» en una economía que sigue inmersa en el vagón de cola de la UE. En esta prórroga, que todavía puede ser muy larga, Zapatero tendrá que decidir si ha llegado el tiempo de poner fin a la apuesta personal que realmente le ha llevado hasta el borde del precipicio: la estrategia de la «geometría variable», con la que cuando fue reelegido hace dos años se vio capaz de sacar adelante sus proyectos pactando hoy con unos, mañana con otros.

Con esa perspectiva, el PNV es el socio de hoy, pero no está claro que sea la única opción para mañana. Quizás Zapatero esté esperando a ver qué sucede el 28 de noviembre en Catalunya para abrir una puerta a la reconciliación con CiU. En ese caso, el peso de los escaños jeltzales en el hemiciclo madrileño podría quedar relegado a un segundo plano. El propio Urkullu ya ha insistido en que el acuerdo alcanzado no es «un pacto de legislatura» y también niega que haya garantizado a Zapatero el apoyo del PNV a todas las reformas socioeconómicas que se presenten en los próximos meses en el Parlamento español.

Expectativas abiertas

Como indicábamos al inicio, la fluida comunicación que existe entre el PNV y el PSOE, y particularmente entre Urkullu y Zapatero, no se circunscribe a las materias expresamente recogidas en este acuerdo, por lo que caen en la simpleza quienes argumentan que ambas partes se han visto impelidas a suscribirlo «por necesidad»: el PSOE, porque corría el riesgo de tener que salir corriendo de La Moncloa; y el PNV, paradójicamente, porque está fuera de Ajuria Enea.

Hace ya algunas semanas, los dirigentes jeltzales habían comenzado a girar su argumentario sobre este acuerdo con el Gobierno del PSOE para ponerlo en un rumbo que, al menos, no les aleje del que ha tomado la mayoría de las fuerzas abertzales y progresistas de Euskal Herria siguiendo el paso marcado por las aspiraciones que comparte una amplia mayoría de la ciudadanía de este país. No hay que descartar de principio esa voluntad por parte jeltzale, pero tampoco se puede olvidar que, según recoge la experiencia, en los últimos años el PNV, más que caminar junto al PSOE hacia un futuro esperanzador para toda la sociedad vasca, ha preferido moverse como la sombra de ese partido y dar la espalda a las aspiraciones soberanistas.

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