Antonio Alvarez-Solís Periodista
El tránsito
Ante las transferencias que dan apresurado y sospechoso cumplimiento al Estatuto de Gernika -31 años después-, el Sr. Urkullu ha dicho que este movimiento político del Gobierno de Madrid «no es una estación final para el PNV». La frase es para candorosos, pero los que no podemos ya protagonizar ese candor formulamos una primera pregunta ante este suceso: ¿Qué ocurrirá si las próximas elecciones estatales las gana, como adelantan los expertos, el Partido Popular? ¿Qué valdrían entonces las firmas puestas al pie del documento de compromiso por el Sr. Erkoreka y el correspondiente jerarca socialista? Posiblemente nada. Porque no hay que olvidar nunca que todo lo que dice o hace el Sr. Zapatero nunca es tampoco la última estación.
Segunda: cuando llegue el momento electoral ¿respetará el Sr. Zapatero un compromiso que le menguará aún más adhesiones en lo que es verdaderamente España?
Tercera pregunta: ¿Es creíble que estemos ante un «nuevo momento político» cuando Madrid y Sabin Etxea no han mencionado siquiera la Ley de Partidos que sigue dejando extramuros y con violencia la soberanía a unos trescientos mil vascos?
Cuarta pregunta: ¿Qué pasará con la extraña unión del PP vasco con el PSE ante la brecha que acaba de abrirse entre las dos organizaciones? Hay muchas más preguntas por hacer, pero queda en el aire un interrogante que muchos vascos se formulan a sí mismos: ¿Todos estos progresos transferenciales evitan la realidad de que con soberanía Euskadi llegaría mucho más allá? Estas transferencias ¿salvan el alma de Euskadi?