Se supone que la franquicia «Jackass» debería ser un simple entretenimiento para los tiempos que corren, como en la Antigüedad lo pudo ser el circo romano, pero deja de serlo en cuanto sociólogos y sicólogos y demás observadores de conductas patológicas se ponen a opinar sobre ello. Habrá quien piense que elucubrar sobre lo que no deja de ser una gamberrada o una colección de las más embrutecedoras bromas es una completa pérdida de tiempo, salvo porque hoy en día todo lo que concite la atención de las masas convirtiéndose en un negocio mueve a comentario. No es el programa salido de la MTV lo que es analizado, sino todo el fenómeno social que se forma a su alrededor.

Las conclusiones han de resumirse inevitablemente en que «Jackass» es el espejo en el que se refleja una sociedad enferma, especialmente agravada en EEUU por culpa de sus complejos colectivos. De ellos quería reírse en origen su creador Spike Jonze, quien sigue viviendo de las rentas que le da la más estúpida de sus ideas, y gracias a la cual puede realizar sus arriesgadas películas independientes. Ha bastado con incorporar el sistema 3D a la última entrega para que los beneficios en taquilla se disparen a lo más alto, puesto que los gastos de una producción así son mínimos.